Los Duelistas
FICHA TECNICA:Título original: The duellists
Año: 1977
Director: Ridley Scott
Guión: Gerald Vaughan-Hughes (basado en el relato breve "The duel", de Joseph Conrad)
Música: Howard Blake
Fotografía: Frank Tidy
Reparto: Keith Carradine, Harvey Keitel, Albert Finney, Cristina Raines, Diana Quick
SINOPSIS:Durante la Francia napoleónica, el oficial D'Hubert (Keith Carradine) recibe la orden de comunicar al oficial Feraud (Harvey Keitel) su arresto por batirse en duelo. Ofendido, Feraud reta en duelo a D'Hubert, originando una enemistad que se prolongará durante el paso de los años.
COMENTARIO:“El honor es... indescriptible... incuestionable”
D'Hubert
Aunque ya tenía experiencia en el mundo de la publicidad, no sería hasta la relativamente tardía edad de 40 años cuando Ridley Scott debutara como director de cine. Y la verdad es que no podía empezar con mejor pie ya que nos ofrece una de sus mejores obras, tan sólo un paso por detrás de sus obras maestras “Alien” y “Blade Runner”. La película sería presentada en el festival de Cannes donde obtendría el premio a la mejor opera prima.
Durante las últimas décadas, Scott ha demostrado ser uno de los directores más importantes en cuanto a estética visual se refiere. No es de extrañar por tanto que en esta película el componente visual sea su punto más fuerte. Hay, no obstante, diferencias con respecto a sus trabajos posteriores, más cercanos a la estética del videoclip y muy influyentes en el cine de los años 80 y 90. En esta ocasión, las referencias a la cercana en el tiempo Barry Lyndon (1975) son más que evidentes. Con un presupuesto notablemente inferior, Scott demuestra haber aprendido bien las lecciones del maestro y logra salir triunfante en una convincente recreación de la época.
A la puesta en escena contribuye la excelente fotografía de la película, donde el cinematógrafo Frank Tidy utiliza la luz de forma magistral para ayudar recrear paisajes neblinosos al amanecer, interiores costumbristas, bodegones en planos que parecen sacados directamente de cuadros de época y son en sí mismos una delicia de contemplar. Sin efectos visuales, Scott logra componer algunos planos realmente sublimes, haciéndonos preguntar si puede ser cuestión de suerte o de tesón que un rayo de sol aparezca entre las nubes justo en el momento exacto para rematar el cuadro.
Basada en el relato corto “El duelo”, de Joseph Conrad, la historia narra la rivalidad entre dos oficiales franceses durante el mandato de Napoleon y posterior restauración borbónica. Estos dos personajes y sus encuentros, generalmente culminados en forma de duelos, a lo largo de los años serán el eje central de la película,
Por un lado tenemos a Gabrielle Feraud. Un militar de ideas fijas, Bonapartista a muerte y adicto a los duelos. Se nos muestran pocos detalles de su persona y su evolución a lo largo de los muchos años en los que transcurre la película es casi nula. En el fondo su irracionalidad y poca propensión al cambio lo hacen es el personaje menos interesante (es por ello que Scott no se detiene demasiado en mostrarnos escenas suyas) pero Keitel nos ofrece una más que correcta composición convirtiéndolo en odioso desde los primeros instantes.

Como contrapunto tenemos a Armand D’Hubert. Aparentemente proviene de una familia bien posicionada y con un futuro prometedor en el ejército. El destino hace que se tope con Feraud. Este, ofendido por una presunta afrenta al honor cuyo origen se hará más difuso con el paso del tiempo, perseguirá a D’Hubert a lo largo y ancho de Europa durante 16 años enfrentándose en sucesivos duelos. Al contrario que Feraud, D’Hubert es una persona racional, que sabe adaptarse a los tiempos cambiantes. A pesar de ser también un admirador de Napoleon, sabe entender cuando su tiempo ha pasado y adoptar una postura realista (que no monárquica) a la situación política.
Aunque D’Hubert parece tratar de huir del acoso de Feraud evitándole y procurando ascender antes que él en la escala militar, también se verá atrapado en la adicción duelística de Feraud. “No hay cura para un duelista” dice en un momento de la película la amante de D’Hubert, el único personaje que se da cuenta que no hay forma de escapar al ciclo de duelos tras visitar la tienda de Feraud en una excelente escena que muestra la enfermiza obstinación de éste. Efectivamente, aunque D'Hubert tiene varias oportunidades para finalizar el ciclo de duelos y dejar caer a su rival en desgracia, D’Hubert tiene una espina clavada en su orgullo que le impide llevar una vida familiar completamente satisfactoria. Entre los dos se establece un extraño vínculo de respeto. “
No me habría batido tres veces en duelo con un hombre para hablar mal de él" dice D'Hubert ante la posibilidad de denunciar a su rival.
Los seis duelos que se nos muestran son los momentos estelares de la película. A pesar de que el número se podría antojar excesivo, ninguno de ellos aburre ni resulta repetitivo. Perfectamente coreografiados, cada uno de ellos es diferente en cuanto a armamento, situación y forma de rodaje: sobria cuando los duelos son más honorables, brusca y movida cuando los duelistas llegan al cuerpo a cuerpo.
Además de la trama duelística, el transfondo histórico está especialmente bien detallado. En este aspecto, destaca la secuencia de las tropas francesas congeladas y condenadas a la derrota en el territorio ruso, simbolizando el fin del imperio napoleónico.
PUNTUACIÓN: 8 / 10
CURIOSIDADES:- Aunque parezca increíble, la historia está basada en un hecho real que incluso supera a la ficción. Según las crónicas de la época, dos oficiales franceses, Dupont y Fournier, se enfrentaron en más de 30 duelos a lo largo de 19 años. Al igual que en la película, Fournier se enfadó con Dupont al entregarle este un mensaje. La resolución de la disputa también sucedió de forma idéntica a la película.
- Para dar más fuerza a una de las escenas de los duelos, Ridley Scott hizo que las espadas se conectaran a baterías eléctricas con el fin de que las espadas soltaran chispas al entrechocarse. Keitel se quejó de que recibió varias descargas mientras rodaban la citada escena.
- En la escena de la declaración de D’Hubert a Adelle, ésta se empieza a reir de forma irrefrenable. Lo que en el contexto de la película se podría atribuir al nerviosismo de la mujer en realidad se debió a que la actriz no podía evitar la risa al ver que el caballo de Carradine tenía una erección de ídem. Durante la escena se puede ver cómo Carradine tiene que hacer bastantes esfuerzos para controlar al excitado caballo que incluso lo llega a empujar en un momento dado. Carradine supo improvisar de forma bastante acertada arrodillándose en ese instante y dando como resultado una escena bastante natural.