Estamos de enhorabuena. No, no ha dimitido el actual Presidente del Gobierno, ni hemos salido de la crisis ni mucho menos estamos en Navidad y podemos contar los días que quedan para la nueva película de Star Wars con los dedos de nuestras manos. Estamos de enhorabuena, y sobre todo es el cine el que lo está, pues “Mad Max: Furia en la carretera”, la nueva película del visionario George Miller que supone una reencarnación de la famosa trilogía de culto que protagonizó Mel Gibson entre los años 1979 y 1985, no sólo ha firmado uno de los terremotos más fuertes en una escala de seísmos sobre películas de acción de los últimos tiempos, sino que ha creado un nuevo subgénero dentro del propio género anteriormente dicho (excusen la vulgaridad que van a leer); el de la masturbación en el cine.
“Mad Max: Furia en la carretera”, cómo se suele decir de una manera lasciva y malsonante, da para paja. Pero mantengamos las formas, que esto es un intento de crítica formal y no una conversación entre colegas. Esta vez no es Mel Gibson, sino Tom Hardy, quién nos invita a destrozarnos la mente sin ninguna piedad durante 120 minutos, y no habrá boda que se celebre en esta vida que suponga una invitación siquiera comparable a la que Hardy nos brinda a través del que se casa, a.k.a George Miller. La película se erige en estandarte de un género que ha sido violado hasta la saciedad en el siglo XXI y supone una reconcepción del estilo realizador de George Miller. Nunca jamás se bordó tanto la resolución del problema que supone el tópico “renovarse o morir” y hacía mucho tiempo que no se salía del cine con la sensación de que no sobraba y de que, para más inri, faltaban, más explosiones y disparos.
Ingesta cantidad de elementos sobre los que hay que secar la baba caída durante su proyección. Para comenzar, por fin Miller consigue canalizar todo su tsunami mental en un libreto inteligente, con coherencia y contando varias frases para el recuerdo cómo una saga de estas características merece dejar como legado a sus fans (“Si no arreglas lo que está roto terminas perdiendo la cabeza”). Sed testigos nos dice Miller a través del personaje de un irreconociblemente talentoso Nicholas Hoult. Hemos sido testigos de la reinvención de un señor de 70 años. Hemos sido testigos de un impresionante e incontenible frenesí de locura, furia y masoquismo a partes iguales pero con un arte mágico; la fotografía, capaz de quitar el habla en innumerables frames. Asombroso juego fotográfico con los parajes desérticos, el fuego y el polvo de día y con un azul eléctrico dominante de noche. Culpa absoluta del ganador del Oscar John Seale (Hizo “El Paciente Inglés”, para el que quiera referencias, ahí lo lleva).
Brutal, descomunal, colosal, grandiosa, épica, tremenda, etc. La película de los adjetivos. “Mad Max: Furia en la carretera” es antología del género, y será recordada durante mucho tiempo como la barbaridad que es. A esto ayuda mucho Furiosa, a la que pone cara y voz una Charlize Theron que coloniza la película desde que sale hasta que mira hacia abajo en el plano final. Imperial actuación de la actriz australiana que consigue dejar en menos de lo que es el papel de Tom Hardy, que consigue robarse gran parte del film con ese ímpetu y brío tan característicos de uno de los mejores actores del momento. Los papeles que rinden cuentas al físico de un actor son caramelos para él, pues el ser Max Rockatansky le sienta perfectamente y le hace sacar lo mejor de sí mismo, y vaya si lo muestra. Un primer acto donde ya nos gana y un segundo con gestos y detalles que prueban que vuelve a hacer suyo al personaje como ya hiciera con Bane con quién guarda cierto paralelismo al principio del mismo (y no por el bozal de metal que lleva durante casi media hora, que también).
Insaciable locura constituída de taquicárdicos combates a lomos de un camión cisterna, de destrucciones de vehículos a velocidades endiabladas,de zooms tarantinianos que preceden muecas o miradas que levantan de la butaca, de guitarristas equipados con un arsenal de altavoces aporreando un instrumento rockero como si fuesen enviados a amenizar un funeral por el mismísimo Satán, de tormentas de arena invocadas desde el infierno o de noches de azul neón más fuertes que el propio sol, y con tiempo aún para detalles conmemorativos como es el contar con Hugh Keays-Byrne como antagonista de la función cuando ya lo fue una vez (“Cortauñas” en la primera entrega de “Mad Max”). Inolvidable historia que solapa el cine de ambientación post-apocalíptico con la temática underground, remasterizada con la tecnología del presente, de espectacular acabado visual y de un magnánimo éxito cinéfilo. Hemos sido testigos querido George, no tardes en volver, por favor.
Oh my gosh that´s what I say!