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Atando cabos

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athelas:
ATANDO CABOS


Todos tenemos películas que nos han tocado la fibra sensible y que se convierten en una parte de nuestro equipaje. No tiene por qué ser una obra maestra, ni suele estar cargada con un profundo mensaje intelectual, ni descolla por sus efectos especiales o por lo ingenioso de su guión. De hecho suele ser una película argumentalmente simple pero que se centra en un sentimiento que podemos reconocer como propio. 

El drama es algo que nos acompaña en nuestra vida diaria. Todos tenemos problemas personales, aspectos de nuestra vida con los que nos sentimos insatisfechos, gente que falta y gente que sobra en nuestro entorno. No se puede ser feliz todo el tiempo. Es curiosa esa expresión. "Ser" se aplica a un estado intrínseco mientras que "estar" se reserva a estados temporales. Y todos captamos la diferencia entre ser triste y estar triste. Pero el lenguaje refleja cual es el mayor deseo del ser humano: ser feliz. Todo el tiempo. Como algo inherente, no como algo puntual. Poca, poquísima gente dice "estar feliz". Cuando acabas de conocer al hombre de tu vida de los próximos tres meses, aseguras ser feliz. Como si ese estado fuera eterno e inmutable.

Por eso los dramas nos incomodan el alma. Queremos pensar que son anormalidades que están donde no deberían. Y por eso es tan fácil evocar en el cine o la literatura ese tipo de sentimientos, porque sabemos que están ahí, al acecho, preparados para fastidiar nuestra inestable felicidad en cuanto tengan la más mínima oportunidad.

Así que enternecer al lector/espectador hasta conseguir que suelte una lagrimilla o que necesite una sábana como pañuelo es relativamente fácil. Siempre habrá excepciones, pero una inmensa mayoría necesita el moquero a mano al observar como espectador el dolor que provocan ciertas situaciones: la pérdida o separación de un ser querido (si el ser está en proceso de desarrollo, léase es un niño, se pasa directamente al rollo de papel higiénico) o la enfermedad (de nuevo, si hay críos de por medio, es preferible tener a mano la caja de 150 kleenex). No son más que un reflejo de nuestros propios miedos y nuestra impotencia.

Algunos huimos de los dramas como de la peste. Ya tenemos bastante con la vida diaria como para sufrir en nuestro tiempo de ocio, gracias. La responsabilidad de un joven al hacerse cargo de su familia con miembros que sufren discapacidades, la separación de un matrimonio que ha llegado a las infidelidades como consecuencia de su degradación, un hombre pobre de espíritu casado con una arpía capaz de secuestrar a su hija para venderla en el mercado de adopción, una mujer que sufrió abusos sexuales en su infancia, el desarraigo por ser diferente y provocar en los demás el rechazo, un viejo incapaz de aceptar la muerte de su único hijo, una mujer maltratada que huye con su hija y con lo puesto... son temas que predisponen al dramón y que si los veo en una sinopsis posiblemente cambien mi propósito de ir al cine por jugar al buscaminas. Pero no siempre.

Porque esos son los hilos argumentales de "¿A quién ama a Gilbert Grape?", "Algo de que hablar", "Atando cabos", "Chocolat" y "Una vida por delante". Lasse Hallström es especialista en escoger temas duros y espinosos y tratarlos con guante de seda. Sin sentimentalismos que busquen la lágrima. Sin revolcarse en el barro del dolor ajeno. Sin centrarse en su sufrimiento porque éste es evidente y no es necesario solazarse en él. Prefiere colocarlos en situaciones que pecan de absurdas para provocar una sonrisa y relajar la enorme tensión de la dureza de su situación. Y los prepara así para afrontar sus problemas y poder dar paso a otros sentimientos que también son intrínsecos al ser humano pero que no son tan frecuentes en el cine desde que nos dejó Kapra: la bondad, la superación o el perdón.

"Atando cabos" es un ejemplo perfecto. Quoyle es un ser pusilánime, un fracasado que nunca ha estado a la altura de las circunstancias. Su vida es triste y desgraciada. Su trabajo es alienante. Su necesidad de ser amado le lleva a casarse con una mujer a todas luces desaconsejable. Y se prevé que el futuro de su hija creciendo en ese ambiente no es mucho mejor. Las cosas llegan al límite cuando, al tiempo que muere el padre de Quoyle, su esposa secuestra a su hija para fugarse con un tipo que tiene todo el aspecto de un proxeneta y muere en un accidente de coche.

Y en ese punto (no llevamos ni un cuarto de hora de película), Hallström hace el quiebro. Introduce a Agnis Hamm, la tía de Quoyle y se los lleva a Terranova, la tierra de sus antepasados. Y no, nada cambia por un simple cambio de aires: Quoyle sigue siendo el mismo desgraciado. La única diferencia es la apreciación "a priori" que tienen de él las personas de su entorno. Allí es un Quoyle, familia de gente dura y con arrestos, algo de lo que Quoyle cree carecer (compartiendo opinión con los espectadores). Quoyle ha dejado de ser invisible como lo había sido toda su vida.

Hallström juega con la magia y las supersticiones locales, con el pasado de tía Agnis y de otros habitantes del pueblo, con la necesidad de ser aceptado por la comunidad (concretamente por una parte femenina de la comunidad), para mostrarnos como Quoyle va profundizando en su interior y en el de los demás. Nos muestra el camino, tortuoso y con vueltas atrás por el que Quoyle avanza no siempre de forma consciente. Y el final del camino no es la felicidad, con violines al fondo mientras besa a la chica. Es la aceptación de quién eres, de cómo eres, de tu pasado y de la superación de tus limitaciones para sentirte mejor contigo mismo.

Las interpretaciones están a la altura: el camaleónico Kevin Spacey, la siempre correcta Julianne Moore y, sobre todo, Judi Dench como tía Agnis bordan sus papeles, haciéndolos creíbles, cercanos, cálidos y humanos. Y el tema central de la banda sonora, con tintes étnicos, es sencillamente un lujo para los oídos.

Así que no espereis acción trepidante, ni una historia de amor al uso, ni un hilo argumental en el que se persiga un final sorprendente. Es tan solo la historia de cómo es posible curar las heridas que te ha dejado la vida. Pero ofrece algo difícil de ver en el cine: esperanza.


Si te ha gustado "Atando cabos", posiblemente te gustarán:

- "Una vida por delante" de Lasse Hallström, sobre el perdón propio y ajeno.
Sinopsis del Séptimo Arte

- "Seabiscuit" de Gary Ross: "Mi jockey es demasiado grande, mi caballo demasiado pequeño, mi entrenador demasiado viejo y yo... yo no tengo ni idea de caballos". Una de las películas más deliciosa jamás filmada.
IMDB

gicu:
Athelas, mis respetos  :obacion :obacion :obacion
Felicidades  :guiñar

Jason:
Joer...peazo crítica!! :si :si

--- Cita de: gicu en 17 de Marzo de 2007, 06:15:18 pm ---Athelas, mis respetos  :obacion :obacion :obacion

--- Fin de la cita ---

Ten también los míos!!!  :D.

Lapla:
Tremendo ,  :obacion , grandisima athelas!

Reiko:
Grande grande bruji  :obacion :obacion :obacion

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