El cine es un arte fascinante. Su capacidad creadora nos envuelve y nos puede llevar a la risa, la ira o las lágrimas. Todo depende de nuestra sensibilidad y de la capacidad intelectual para apropiarnos de las imágenes.
Aunque en ningún momento el espectador es inmune a los sentimiento provocados por las imágenes de una película, en el caso de quienes nos consideramos «críticos de cine», la exigencia sobre lo que vemos regularmente es mayor que la del espectador medio. Esto depende del razonamiento y conocimientos, no importa si es una película melodramática, de ciencia ficción o terror.
El tiempo puede pasar, pero para un verdadero «clásico del cine» se pueden considerar algunos elementos como la trama del filme, su mensaje, así como la exhibición enmarcada en una época histórica. Aspectos que influyen en su interés social. Valoraciones de una cinta, fuera de sus particularidades técnicas, que tampoco dejan de tener su impacto.
Un ejemplo es «Casablanca», cinta muy estimada en norteamérica por su romanticismo combinado con las intrigas de espionaje político en un país neutral durante la Segunda Guerra Mundial.
Su historia no era novedosa, pero sí su estreno en 1942, momento en que Estados Unidos entraba en la conflagración contra el eje hitleriano. La propaganda de Hollywood y las estrellas de cine hicieron el resto para proporcionarle una fama desmedida y hasta cierto punto no tan merecida.
Contrario a ello son «El Acorazado Potiemkin» (1926); «El Ladrón de Bicicletas» (1949) y «2001: Una Odisea Espacial» (1968), por su crítica social y sus revolucionarios avances tecnológicos.
Ninguna de las cintas mencionadas en el párrafo anterior fueron ganadoras del Oscar en la categoría de mejor filme. Su propaganda fue reducida y las ganancias de taquilla fueron modestas. Actualmente han sido superadas en espectacularidad, efectos visuales, además de otras capacidades técnicas, pero su calidad dramática y argumentativa son tan actuales e impactantes como el primer día de su exhibición. Esas son las películas trascendentales.
Está claro que el cine nació como un negocio exitoso por su novedad y al mismo tiempo como una verdadera forma de entretenimiento popular.
No se puede menospreciar una historia sin antes ubicarla en su género, el mensaje, la actuación y la originalidad de la trama. Tampoco podemos dejar atrás sus alcances técnicos en efectos especiales visuales, sonido, cámara y edición, que influyen en el impacto visual y auditivo del espectador.
La gran deficiencia en el cine actual es la falta de originalidad, los remachados estereotipos, así como el facilismo de la repetición de una trama sin un claro sentido lógico.
La decadencia se puede decir que se acentuó desde que las grandes productoras hicieron estudios sobre la asistencia en los cines en los años sesenta. Esta investigación reveló que, en los países desarrollados, son los menores de 23 años los que integran el 48 por ciento del público cinematográfico y los menores de 30 a 23 significan el 32 por ciento.
El resultado de esto fue la reducción de la calidad de las historias, además de mayor dosis de violencia y sexo dirigido a un público mayoritariamente juvenil... considerado poco exigente.
Las perspectivas sobre un cambio importante en el cine de Hollywood son muy remotas. La meca del cine ha acostumbrado a las últimas generaciones al erotismo y la violencia cinematográfica y las premiaciones de los Oscar cada año parecen más el burdo concurso de popularidad de MTV, que un espacio para reconocer la calidad.

Aunque en ningún momento el espectador es inmune a los sentimiento provocados por las imágenes de una película, en el caso de quienes nos consideramos «críticos de cine», la exigencia sobre lo que vemos regularmente es mayor que la del espectador medio. Esto depende del razonamiento y conocimientos, no importa si es una película melodramática, de ciencia ficción o terror.
El tiempo puede pasar, pero para un verdadero «clásico del cine» se pueden considerar algunos elementos como la trama del filme, su mensaje, así como la exhibición enmarcada en una época histórica. Aspectos que influyen en su interés social. Valoraciones de una cinta, fuera de sus particularidades técnicas, que tampoco dejan de tener su impacto.
Un ejemplo es «Casablanca», cinta muy estimada en norteamérica por su romanticismo combinado con las intrigas de espionaje político en un país neutral durante la Segunda Guerra Mundial.
Su historia no era novedosa, pero sí su estreno en 1942, momento en que Estados Unidos entraba en la conflagración contra el eje hitleriano. La propaganda de Hollywood y las estrellas de cine hicieron el resto para proporcionarle una fama desmedida y hasta cierto punto no tan merecida.
Contrario a ello son «El Acorazado Potiemkin» (1926); «El Ladrón de Bicicletas» (1949) y «2001: Una Odisea Espacial» (1968), por su crítica social y sus revolucionarios avances tecnológicos.
Ninguna de las cintas mencionadas en el párrafo anterior fueron ganadoras del Oscar en la categoría de mejor filme. Su propaganda fue reducida y las ganancias de taquilla fueron modestas. Actualmente han sido superadas en espectacularidad, efectos visuales, además de otras capacidades técnicas, pero su calidad dramática y argumentativa son tan actuales e impactantes como el primer día de su exhibición. Esas son las películas trascendentales.
Está claro que el cine nació como un negocio exitoso por su novedad y al mismo tiempo como una verdadera forma de entretenimiento popular.
No se puede menospreciar una historia sin antes ubicarla en su género, el mensaje, la actuación y la originalidad de la trama. Tampoco podemos dejar atrás sus alcances técnicos en efectos especiales visuales, sonido, cámara y edición, que influyen en el impacto visual y auditivo del espectador.
La gran deficiencia en el cine actual es la falta de originalidad, los remachados estereotipos, así como el facilismo de la repetición de una trama sin un claro sentido lógico.
La decadencia se puede decir que se acentuó desde que las grandes productoras hicieron estudios sobre la asistencia en los cines en los años sesenta. Esta investigación reveló que, en los países desarrollados, son los menores de 23 años los que integran el 48 por ciento del público cinematográfico y los menores de 30 a 23 significan el 32 por ciento.
El resultado de esto fue la reducción de la calidad de las historias, además de mayor dosis de violencia y sexo dirigido a un público mayoritariamente juvenil... considerado poco exigente.
Las perspectivas sobre un cambio importante en el cine de Hollywood son muy remotas. La meca del cine ha acostumbrado a las últimas generaciones al erotismo y la violencia cinematográfica y las premiaciones de los Oscar cada año parecen más el burdo concurso de popularidad de MTV, que un espacio para reconocer la calidad.
