SINOPSIS: Godzilla, fuerza destructiva insondable para el hombre, resucita en el Tokio de hoy en día para acosar de nuevo a la civilización. Un país aún atormentado por las secuelas de un desastre natural, experimenta de repente el horror catastrófico de Godzilla. Desafiado por la muerte y la desesperación, Japón deberá encontrar la fuerza para superar estos desafíos.
CRÍTICA
Da vertigo recordar que la primera aparición del "kaiju" por excelencia tenga más de 60 años, cuando Ishirô Honda sorprendió al mundo dando el pistoletazo de salida a un género que, en su momento, llevaba ligado un clarísimo discurso político/social producido por el terror ante la energía nuclear. La potencia destructiva del hombre revelándose contra él mismo.
Mucho ha llovido desde entonces. Después de innumerables secuelas producidas por el estudio Toho donde se acabó desvirtuando el mensaje a favor del espectáculo destructivo más comercial, la saga llegó a territorio estadounidense, donde acabó prostituyéndose del todo a favor de ese blockbuster millonario que fue el título de 1998 (aunque he de reconocer que le tengo muchísimo cariño a semejante despropósito).
La última parada fue en 2014, con Gareth Edwards dirigiendo una cinta que hacía cosas muy bien y otras no tan bien, pero que al fin y al cabo seguía siendo algo muy alejado de su concepto original, por mucho que pusieran un Godzilla lento y (extremadamente) gordo. Se llega a reverenciar la figura del monstruo e incluso se le da un aire de superhéroe salvador, muy cercano a esas locas secuelas de Toho.
Y parece ser que precisamente es Toho la que por fin ha tenido que entrar a salvar su creación, borrosa y sucia bajo una montaña de millones y de resaca después de pelear contras bichos gigantes para placer de nuestro lado más infantil. Para semejante acontecimiento de regreso a lo clásico, la productora ha contado con nada más y nada menos que el director de la maravillosa Evangelion junto al creador de las películas del también notable anime Attack on Titan. Sin duda dos pesos pesados que, como mínimo, saben desenvolverse en el arte de poner en pantalla bichos gigantes azotando a la humanidad. Vuelven también los temas más icónicos de la banda sonora de la saga, actualizados a los nuevos tiempos. Y, por supuesto, se aliña toda la mezcla con un buen puñado de millones para poder destruir Tokio como Godzilla manda.
¿El resultado? En primera instancia, sorprendente. La primera aparición del kaiju en cada una de las películas de la saga siempre es un momento clave. Hay que aguantar al máximo la "explosión", creando atmósfera y haciendo la cumbre de la montaña rusa lo más alta posible. La caída posterior siempre será mucho más satisfactoria.
Hideaki Anno nos muestra en esta Resurgence un Godzilla que, sin entrar a spoilear, es ante todo muy original (y extremadamente japonés). A pie de calle, su primera aparición es extraña, perturbadora, te saca de tu zona de confort. Y en las diferentes reuniones de los mandamases japoneses, el montaje es muy rápido, entretenido y con el discurso político empezando desde el minuto 1, cosa que no desaparecerá en ningún momento de la película.
Poco después y justo cuando tenemos la guardia baja, Godzilla se nos presenta (por fin) de la forma más pura desde 1954, un monstruo atómico horrible que siembra el terror sin mostrar absolutamente ningún sentimiento. Un reactor nuclear con patas, físicamente indestructible y que necesita refrigerarse cada vez que siembra el caos. Un ser con un diseño muy clásico y tratado de una forma casi perturbadora. Junto a la BSO y los efectos especiales, todo tiene un aire muy retro y extravagante, regalando unos momentos con un aire de "horror kaiju" que jamás conseguían las películas estadounidenses, a años luz de la divertida iguana de 1998 o los (pocos) duelos de acción entre monstruos de la de 2014.
La tragedia de Fukushima, la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki, la feroz crítica hacia EEUU... el mensaje político es aquí más obvio que nunca, llegando incluso a reincidirse demasiado en la sátira, ocupando excesivos minutos de metraje en la segunda mitad. También hay problemas de ritmo, el montaje es tan atropellado que peca de algunos de los despropósitos de los que hacía gala Evangelion. Aún así, los fans de este anime seguramente perdonarán e incluso les encantará ese estilo narrativo en las altas esferas japonesas.
Y, por supuesto, la extravagancia japonesa regala momentos con un extraño sentido del humor (negro) que no gustarán a todo el mundo.
Shin Godzilla termina siendo la película más política de la saga, dejando de lado la parte social (solo mostrada con pequeñas escenas de vez en cuando) y también la diversión de batallas entre monstruos de la versión de 2014 o de otros títulos como Pacific Rim. Nos deja la versión más trágica y con más mensaje de este icónico personaje.
Ahora que han actualizado el lado "metafórico" de Godzilla esperemos que actualicen también el lado más divertido del monstruo, que haga justicia a esas peleas de kaijus más clásicas.
LO MEJOR:
- La primera mitad de la película.
- La BSO.
- Su mensaje y sátira política.
- Su extravagante y clásico estilo visual, junto con el diseño del monstruo.
- Hay una escena en concreto que simplemente es la mejor que ha dado nunca Godzilla. Puro sentimiento japonés, de Toho, y de Hideaki Anno.
LO PEOR:
- Metraje político algo excesivo.
- Se deja demasiado de lado la parte social de la metáfora. Un seguimiento más trabajado en los ciudadanos a pie de calle le habría venido fenomenal.
7.5