(https://www.cinemas-du-grutli.ch/sites/default/grutli/styles/medium/public/films/affiche/le_silence_de_la_mer01.jpg?itok=uSAMeUYX)
LE SILENCE DE LA MER (El silencio del mar- Jean-Pierre Melville, 1949)https://www.filmaffinity.com/es/film523665.html"El mar es silencioso... pero hay que saber escucharlo..."
Como apasionado del cine, con frecuencia creo que para satisfacer esta adicción compulsiva, me bastaría con ver, en bucle, todas las películas de Jean-Pierre Melville. Con su deslumbrante debut, este individualista de manual, iniciará una trayectoria bicorne centrada en dos grandes temas; sus experiencias de guerra en las filas de la resistencia francesa y el homenaje permanente al cine policiaco norteamericano. Su impecable factura técnica, y su reafirmación como punto de intersección entre el clasicismo al que rinde pleitesía y la modernidad a la que se asoma, reclaman un lugar propio e independiente. A través de sus películas bélicas, el autor escarbará en sus recuerdos y en la moralidad de los contendientes – puesta a prueba en aquella gran tragedia-, amigos y enemigos a quienes tratará con objetivismo ejemplar y mostrando las luces y las sombras de sus motivaciones, a menudo contradictorias, en circunstancias tan extremas.
En sus filmes policiacos el realizador nos ofrecerá un florilegio de obras extraordinarias, fatalistas y, como suele ocurrir en muchas muestras del "Polar" francés - movimiento del que fue sumo pontífice aunque no único oficiante-, algo misóginas. En ellas se nos habla de la amistad, del destino, del cansancio y de la futilidad del dinero y se nos muestran en imágenes al menos tres cosas que siempre me han parecido indiscutibles en el formidable cine de aquellos años y que desgraciadamente se han perdido tanto en la pantalla como en la vida; la belleza de los coches antiguos, el empaque de las gabardinas con cinturón y la importancia de saber morir con el sombrero bien colocado...
Sentarse ante una pantalla en pleno siglo XXI para contemplar la versión restaurada de una pieza totalmente impermeable a las tendencias actuales como LE SILENCE DE LA MER, nos despierta en mitad de una pesadilla terrible, el de la "industria del entretenimiento" concebida en torno al frenesí, la rentabilidad comercial y la obsolescencia programada cada vez a más corto plazo. Es el páramo de los canales de ocio y comunicación de masas dirigidos al embrutecimiento de una población amaestrada con concursos absurdos, informativos politizados, tertulias deportivas confeccionadas a imagen y semejanza del "homo antecessor", interminables tandas de publicidad en las que se trata de hipnotizarnos a bombo y platillo para consumir productos que no necesitamos y "Talk Shows" de audiencias millonarias transformados en panfletos partidistas y diseñados con el adoctrinador objetivo de narcotizar en el espectador cualquier posible atisbo de sensibilidad crítica. Esta reflexiva miniatura de Jean-Pierre Melville no tiene ya cabida en los gustos generalizados de la sociedad moderna, permanentemente ávida de estímulos virales. La película, en su sencillísimo formato 3:4, nos conecta en blanco y negro con los sensores más básicos y no por ello menos profundos de la condición humana. Imposible no mimetizarse con sus atormentados personajes o no sentirse íntimamente identificado al menos con alguno de ellos aunque varias de sus actitudes nos resulten reprochables. Pero para ello es necesario hacer el empático y previo esfuerzo de quererlo entender, y hoy en día la gente no está para muchas reflexiones; la vida es demasiado exigente y las personas que llegan agotadas y domesticadas al final de su jornada laboral solo buscan productos que les anestesien porque a esas alturas de la noche, a diferencia de lo que ansía el capitán Von Ebbrenac en sus desesperados soliloquios, se busca con mucho más ahínco la evasión que la victoria. El poder social y concienciador de los medios audiovisuales, puestos a disposición del espectador a fin de que pueda comprender y mejorar el mundo circundante, ha quedado reducido a una parcela suburbial para cuyo acceso se hace necesaria una inevitable determinación de búsqueda y paciencia. Para la telebasura diseñada hacia el consumo y la regurgitación inmediata, no; ... para eso no hay que buscar ni esperar nada, basta con pulsar un botón y ella corre a raudales hasta nuestros cada día menos inviolables hogares haciéndonos languidecer lenta y obedientemente a cambio de una o quizás dos conversaciones superficiales que no nos hagan sentirnos demasiado raros al día siguiente en la oficina.
La extrema quietud y sencillez de LE SILENCE DE LA MER, obra delicada e intimista, aburrirá a las masas y decepcionará a los amantes de la acción briosa, porque esta pieza ejemplar de Jean-Pierre Melville es la muestra de un arte elaborado a contrapelo que ofrece, una vez más estérilmente, la llave para que nuestra especie, como conjunto, reflexione y revierta sus muy consolidadas tendencias suicidas. Esta pequeña película nos invita a adentrarnos en las habitaciones traseras de la conciencia y a dejarnos llevar, en silencio, por la fuerza de la verdad... Una verdad que como el "destino" del que hablaba Séneca, "conduce al que se somete y arrolla al que se resiste".
A estas alturas casi todos deberíamos tener bastante claro que cada individuo es un mundo y que las personas tenemos la costumbre (y el derecho) de aburrirnos con cosas distintas. De todas formas y quizás equivocadamente, a veces especulo con la teoría de que los asuntos que nos amuerman son más reveladores de nuestra verdadera personalidad que aquellos que nos estimulan...