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THE LADY EVE (Las tres noches de Eva -Preston Sturges, 1941)
https://www.filmaffinity.com/es/film375568.html
"Si es rico, ¿qué importa que sea bajito? Prefiero que mire hacia arriba para ver a su mujer ideal."
Lo admito... es como pegarse un tiro en el pie... A veces uno expresa públicamente cosas que mejor habría sido callárselas con la única intención de tranquilizar su conciencia no permitiendo que se pudran en el tintero, pero camufladas con otras que sirven de MacGufffin y con la esperanza más o menos velada de que nadie o casi nadie llegue siquiera a conocerlas. Me pasa también, a menudo, con los temas más delicados y sensibles de la actualidad... En cuestiones cinematográficas, y para evitar que me retiren el saludo, he llegado a murmurar en voz baja y a solas frente a la pantalla que, en el ámbito de la actuación cómica, James Stewart, Cary Grant y Jack Lemmon fueron tres actores histriónicos y gesticulantes que, a pesar de ser ídolos venerados con motivo por legiones de fans, han brillado con mucha más energía y peso en sus papeles dramáticos (y cuanto más dramáticos mejor) ... y que los personajes cómicos para actor más graciosos que podría defender ante el paredón son el de Clark Gable en IT HAPPENED ONE NIGHT (Sucedió una noche- Frank Capra, 1934) el de Gregory Peck en DESIGNING WOMAN (Mi desconfiada esposa – Vincente Minnelli, 1957) y, sobre todo... el de Henry Fonda , en constante conflicto con la ley de la gravedad, en THE LADY EVE ... tres intérpretes no especialmente asociados con el universo de la carcajada...
Pero lo anterior es tan solo un fundido en negro que dejo aparcado en algún rincón de la mesa de montaje... porque lo que de verdad me atrae en esta película es el trabajo de Barbara Stanwyck, a quien realmente va dedicado este comentario... Me ha resultado muy difícil seleccionar una única muestra representativa del arte de esta inmensa actriz, pródiga en trabajos maestros, pero al final me he decantado por THE LADY EVE, que es una creación complejísima en donde se precisa explorar con acierto una gran cantidad de registros y en donde se comprimen- en un margen de apenas 90 minutos-, y ya por adelantado, todas las facetas que esta mujer arrolladora terminó desempeñando a destajo y sin reposo durante casi seis décadas. No hay que olvidar que la protagonista de esta excelente comedia de Preston Sturges no solo tiene que interpretar un papel, sino que ese personaje, a su vez, tiene que desdoblarse en otro subordinado al primero, pero completamente distinto. Aquí vemos como Barbara Stanwyck, con su voz profunda y vibrante, se desliza con absoluta espontaneidad haciendo de santa y de fulana (términos para nada incompatibles), de timadora de cartas y de refinada aristócrata inglesa, de víctima y de verduga, dejando (también en la vida real) a un magnífico Henry Fonda "Bewitched & Bewildered" y desplazándose de la comedia al drama y viceversa, como de las musas al teatro, en un tránsito glorioso, erótico y sofisticado, a la vez que casi imperceptible.
"Nunca gané un Óscar. Nunca tomé clases de actuación. La vida fue mi única formación."
Barbara Stanwyck, "Woman of fire... in a land aflame" tal y como rezaba el cartel promocional de su película CATTLE QUEEN OF MONTANA (La Reina de Montana- Allan Dwan, 1954), podía ser un encanto y una máquina infalible en el set de rodaje, pero en su vida personal era una mujer dura y poco dada a las actitudes contemplativas. Durante su adolescencia y su juventud, no exenta de orfanatos, hogares de acogida y maltratos conyugales, hubo de sufrir, en toda la extensión de la palabra los rigores de la pobreza y del abandono, y en su metódico ascenso hacia el estrellato se vio forzada a atravesar etapas difíciles, erizadas de privaciones y situaciones desagradables. La hostilidad de la vida en la que aprendió a fingir -que eso y no otra cosa es en el fondo el arte de "interpretar"- forjó en ella un carácter exigente, ambicioso y poco afín a la complacencia. Su rígida ética del trabajo, su memoria y su instinto natural hicieron de Barbara una rara mezcla de actriz en la que se reunían las dos tipologías básicas de las grandes figuras del cine; las que hacen descansar su actividad en la mera fuerza natural de su presencia física y en su perpetuo idilio con la lente de la cámara y aquellas otras que desarrollan su tarea a partir de una severa metodología y un ajustado análisis de las características del personaje. Una mezcla perfecta de talento callejero, perseverancia conventual y disciplina castrense que dio como fruto una de las trayectorias más largas y exitosas del cine norteamericano. Como su profesión y su independencia fueron siempre lo primero en su relación de prioridades, esa escala inflexible hizo mella en su vida privada y muchos de sus allegados padecieron, casi siempre con justicia y a veces con inusitada crueldad, el flagelo de su desprecio o de su indiferencia dejando a su alrededor un lacerante déficit afectivo que alcanzó de lleno a sus dos maridos (entre ellos, el actor Robert Taylor; "el chico tiene mucho que aprender y yo tengo mucho que enseñar" ) y a su hijo adoptivo Anthony Dion Fay -fruto de su desdichado primer matrimonio- el cual cargó durante toda su vida con una fuerte anemia maternal que desembocó en una trayectoria errática culminada en la "madurez" con su encarcelamiento por intercambio de material pornográfico. La fallida relación primogénita explosionó finalmente tras un espectacular "seppuku" editorial el día en el que Anthony vendió a la prensa amarilla un texto titulado "¿Me odia mi madre?" que obtuvo como represalia el rechazo definitivo por parte de una Barbara Stanwyck –con la piel acorazada por los rigores de su biografía y por un conservadurismo político en cuarto creciente- muy poco empática ya con las debilidades, los traumas y los remordimientos ajenos. "Algunos niños nacen con mala sangre, como los caballos. Cuando una madre ha hecho ya todo lo posible por ellos, la única solución es salvarse una misma..."
Una breve reseña acerca del código deontológico de Barbara Stanwyck ayuda a ilustrar el agudo acento de su figura. En el formidable libro-entrevista de Peter Bogdanovich "Fritz Lang en América" el gran director austriaco no se cansó de elogiar la profesionalidad y la actitud de la actriz (a la que definió como un "ángel") durante el rodaje de CLASH BY NIGHT (Encuentro en la noche- 1952), cosa extraña en un realizador que siempre se caracterizó por su perfil áspero y sus maneras autoritarias. Destacó el cineasta el comportamiento exquisito que Barbara tuvo con una Marilyn Monroe particularmente difusa en su capacidad de concentración y pertinaz en la comisión de errores que llevaban a retrasar y repetir una y otra vez las tomas en las que intervenía. En una escena particularmente difícil, Barbara Stanwyck debía pronunciar sus frases de guion mientras colgaba el contenido de una cesta de ropa en un tendedero ( Fritz Lang insistía vehementemente en el hecho de que Barbara no tendía la ropa, se paraba y decía sus líneas... sino que las decía "mientras tendía")...siempre de manera impecable; los fallos de Marilyn obligaban a reiterar la escena hasta la extenuación pero Barbara se mostró en extremo comprensiva con la novata y no emitió queja alguna al respecto. La gran estrella, ya veterana aunque aún esplendorosa, tuvo también que tragarse su orgullo de diva al comprobar como los periodistas acudían al plató con la intención de acceder a la exuberante Marilyn que, ya desde sus comienzos, despertaba la máxima expectación. Barbara Stanwyck comprendió, una vez más de forma instintiva, las inexorables reglas no escritas de la vida y de la fama y encajó con elegancia una frase que los reporteros le expresaron a Fritz Lang de manera gráfica y que, afortunadamente, hoy sería inaceptable... :"No queremos hablar con Barbara... queremos hablar con la rubia de las tetas grandes..."