Los cautivos (The Tall T, 1957)

Iniciado por Supraphon, 12 de Agosto de 2025, 07:13:14 AM

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Supraphon


THE TALL T (Los cautivos -Budd Boetticher, 1957)
https://www.filmaffinity.com/es/film582768.html

"Una vez tuve a una mujer sigilosa. Por fuera era tranquila como un domingo, pero por dentro era salvaje como una montaña..."

Posiblemente no fue el primero que vi, pero el primer western que recuerdo fue THEY DIED WITH THEIR BOOTS ON (Murieron con las botas puestas -Raoul Walsh, 1941) En esa historia, adulterada a la mayor gloria de sus estrellas y del personaje mítico al que se pretende canonizar, y al margen de sus excipientes propagandísticos y de su visión aventurera  y edulcorada de la guerra, los indios tenían razón. Ellos no querían el conflicto contra los "cuchillos largos". La culpa era de los enviados del "Gran Padre Blanco", de "los especuladores de Washington". Fueron estos los que se inventaron esa milonga del oro inexistente y les arrebataron las Colinas Negras, los territorios sagrados "en donde pasta el búfalo"... Pero yo sólo tenía 7 años y por entonces no estaba para análisis histórico-políticos demasiado profundos, así que iba con Custer -con ese muy falso Custer- a muerte. Por eso me jodió cuando Anthony Quinn le encajaba el tiro de gracia a Errol Flynn en Little Big Horn y se apoderaba, triunfante, del gallardete del Séptimo de Caballería. Si, es verdad, los indios fueron las víctimas pero por entonces a mí los emplumados que componían aquella aullante coalición de Sioux, Cheyenes y Arapahoes y sus jefes, Caballo Loco y Toro Sentado, me parecían todos unos hijos de mil diablos de lo peor que había... Menos mal que no estaban también los shoshones, a quienes por aquí conocíamos como los "chochones" y que – con ese nombre- ya en solitario nos parecían imbatibles...

El gran problema del western clásico, en el contexto actual, es al menos triple: por un lado nos enfrentamos a su mensaje colonialista centrado en la supremacía del hombre blanco sobre el salvajismo de las tribus indígenas. Por otro, con brillantes excepciones, hemos de digerir el papel subordinado de la mujer frente a la figura irrompible del héroe rampante. Y finalmente,  y en aras de atraerse el favor del público con un umbral crítico más flexible, nos vemos forzados a digerir no pocas y graves faltas de respeto a la fidelidad histórica. En el cine norteamericano todos estos ingredientes han ido dirigidos desde siempre a la obtención de la mayor rentabilidad económica y es que en la "fábrica de sueños" el balance comercial siempre ha tenido una importancia decisiva. Como decía Bertolt Brecht en su poema titulado HOLLYWOOD: "Cada mañana para ganarme el pan voy al mercado, donde venden mentiras y, lleno de esperanza, hago cola junto a otros vendedores..."

Pero más allá de un ejercicio de rigor académico, el western, como la tragedia griega, constituye un escenario circunstancial que sirve para representar ante un público heterogéneo una serie de cuestiones universales que podrían desarrollarse en cualquier otro ambiente. El espectáculo y la acción han sido con frecuencia dos elementos insuficientemente refinados que han terminado lastrando injustamente la credibilidad general y la profundidad del género, dejando que sus consumidores mas acomodaticios remoloneen en la tranquilidad de la superficie. Pero algunos directores visionarios fueron un paso más allá y entendieron que el núcleo mollar de estas historias no se encuentra tanto en las demostraciones aparatosas como en el carácter íntimo de los personajes que las protagonizan. En su famoso libro dedicado a Ozu, Bresson y Dreyer "El estilo trascendental en el cine", el director Paul Schrader amplia el espectro de esta casta de reflexivos cineastas a otros nombres y, entre ellos,  incluye al sobrio director norteamericano Budd Boetticher, autor de THE TALL T, un western seco, rocoso y polvoriento, de diligencias tiradas por mulas, toros chepudos, cadáveres arrojados al fondo de un pozo, disparos en la cara y cabañas excavadas en la roca , en donde los guisos no se comen con tenedor y cuchillo, sino untando pan, y el café cuartelero se sirve en tazas de metal oxidado. El estilo de este robusto realizador se manifiesta desde el primer instante. Su código se apoya en la minimización de recursos, en una sobriedad casi oriental, en el sabio aprovechamiento de la aspereza del entorno natural y en una profunda confianza en los actores que expresan el sentido final de sus películas, todo ello condicionado por unos presupuestos económicos ajustadísimos y por un gran amor estético hacia las estructuras simples y las líneas rectas. El dialogo, parco y directo, aunque no exento de hondura y carga filosofal, cobra singular importancia a la hora de sintonizar con los personajes . Su línea editorial parte de la senda de directores como Anthony Mann,  y su sorda onda expansiva alcanza a otros realizadores consagrados como el Howard Hawks posterior a RIO BRAVO (Rio Bravo, 1959) o el mismísimo John Ford  quienes no dudaron en tomar buena nota de sus modos a la hora de programar, por ejemplo, escenas como la de la charla entre James Stewart y Richard Widmark a la orilla del río en TWO RODE TOGETHER (Dos cabalgan juntos, 1961). La agresividad, elemento identitario del género, se muestra de manera rotunda pero sofocada, sin necesidad de alardes sangrientos, aunque parte del cine de Budd Boetticher va a calar a distintos niveles de profundidad en cineastas posteriores muy caracterizados por la violencia como Sergio Leone o Sam Peckinpah, especialmente este último en una película tan sólida como RIDE THE HIGH COUNTRY (Duelo en la Alta Sierra, 1962). La figura estólida de ese actor de presencia cabal y rostro anguloso que fue Randolph Scott, es la marca de fábrica que caracteriza desde el primer golpe de vista a los óseos westerns de Budd Boetticher. Su estampa vertical y sin aspavientos, capaz de combinar la ternura con la crudeza,  constituye un imprescindible escalón intermedio en la iconografía del hombre del Oeste cinematográfico, el cual halla su punto de referencia en John Wayne y el de destino en Clint Eastwood. Por todo ello el modesto y pedregoso cine de Budd Boetticher resulta una parada obligada en la mitad del itinerario del western clásico.

THE TALL T, segundo titulo del llamado "Ciclo Ranown" compuesto por 7 austeros largometrajes, profundamente emparentados y vertebrados en torno a los berroqueños guiones de Burt Kennedy, puede quizás constituir, junto a SEVEN MEN FROM NOW (Tras la pista de los asesinos, 1956) , RIDE LONESOME (Cabalgar en solitario, 1959) y COMANCHE STATION (Estación Comanche, 1960), el mejor trabajo de Budd Boetticher. Una pequeña, redonda y compacta historia de acción, de paisajes... y de conversaciones, en donde aparece una ciudad llamada Contention y en donde se pronuncia alguna que otra frase intrascendente pero que nos indica que indudablemente nos hallamos ante un western de pura cepa: "Este pobre animal no ha bebido ni una sola gota de agua desde que salimos de Sasabee Creek"


"En el cine todo es mentira... es un truco..." (El espíritu de la colmena -Victor Erice, 1973)
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    Cinéfilos que han agradecido este tema: Wanchope