Escrito sobre el viento (Written on the wind, 1956)

Iniciado por Supraphon, 03 de Agosto de 2025, 08:37:02 AM

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WRITTEN ON THE WIND (Escrito sobre el viento- Douglas Sirk, 1956)

"Lo que está escrito sobre el viento, está escrito en mi corazón..."

En el prólogo para la edición de 1954 de su libro de cuentos "Historia Universal de la Infamia", el argentino Jorge Luis Borges se autoflagelaba retrospectivamente calificando sus narraciones de "barrocas": "Barroco -escribía- es aquel estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posibilidades y que linda con su propia caricatura.[...]; yo diría que es barroca la etapa final de todo arte, cuando éste exhibe y dilapida sus medios". Douglas Sirk, que era barroco desde el comienzo, abundó en la substancia de este estilo durante sus últimos años de profesión, cuando el exuberante empleo del color incrementó notablemente las posibilidades ornamentales de su cine otorgándole sus señas de marca definitivas. Décadas más tarde fue Camilo José Cela quien en una entrevista ofreció su visión particular de lo "elegante" , atributo consistente, a su juicio, "en no descomponer la figura bajo ninguna circunstancia". En dicho contexto el novelista gallego evocó al General Diego de León, que se presentó a caballo, condecorado y vestido con su uniforme de gala bajo el mismo umbral del paredón en el que le iban a fusilar. Douglas Sirk, encajaba perfectamente en la distinción del anhelado concepto tanto en su trato personal, en su formación cultural, en su devenir histórico y en su quehacer artístico. Con anterioridad a los dos testimonios anteriores, durante el curso de una tertulia con motivo de su reaparición en Sevilla en 1934, el matador de toros Rafael "El Gallo" llegó a  autoproclamarse públicamente como máximo representante del "toreo clásico". Cuando un periodista le interrogó acerca de qué era lo que "El Gallo" entendía por "clásico", éste le contestó: "Clásico es lo que no se "pué" hacer mejor. Y 'Perfecto' es lo que está bien 'arrematao' " Douglas Sirk era en ese sentido, clásico y con el tiempo llegó también a ser perfecto.

Clásico, barroco, elegante... y hondamente emocional. Mi primer recuerdo del cine de Douglas Sirk se remonta al primer visionado de THERE'S ALWAYS TOMORROW (Siempre hay un mañana -1957) y especialmente a esa secuencia ejemplar en las que las gotas inclementes de una tormenta torrencial, filtradas a través de la luz de una ventana, se reflejan en el rostro de Barbara Stanwyck igual que si fueran lágrimas...  Douglas Sirk tuvo que enfrentarse también a las servidumbres de la industria y se vio obligado en numerosas ocasiones a batallar contra argumentos imposibles que tuvo que sublimar por elevación a base de ingenio a fin de extraer de sus escombros algo digno de reverencia. Al respecto, el gran director alemán dejó para la posteridad una de sus frases de cabecera: "Un director de cine ha de ser, también un 'doblegador de historias'..."

"El cine de Douglas Sirk libera la mente" (Rainer Werner Fassbinder)

ESCRITO SOBRE EL VIENTO se presenta con una secuencia de apertura y unos títulos de crédito en donde retumba el tubo de escape de uno de los mejores coches que jamás ha circulado en una pantalla de cine, el deportivo amarillo a bordo del cual Robert Stack atraviesa a toda mecha los campos petrolíferos instalados en las afueras de su ciudad con un arma cargada en el pensamiento, el volante en una mano, y una botella de whisky de garrafón en la otra. Estamos en una película de Douglas Sirk y todo es posible. Las hojas secas de los árboles penetran en los vestíbulos de las mansiones, arrastradas por el vendaval. Los calendarios de mesa se ubican en pesados soportes de piedra y metal con forma de caniche. En los aeropuertos cualquiera puede acceder al interior de los aparatos sin necesidad de tarjeta de embarque simplemente con el objetivo de convencer a alguno de los pasajeros para que se apee y tome el vuelo siguiente tan solo minutos antes de que el avión despegue. Las recepciones de los hoteles se cubren de espejos envejecidos, sus pasillos se decoran con mármoles grises y sus paredes se pintan de color fucsia. Los protagonistas duermen, con el torso desnudo, en camas orientadas hacia a la playa y con pistolas escondidas bajo la almohada que, una vez descubiertas, se arrojan al mar. Los geólogos entran en los despachos de los magnates del petróleo igual que los fruteros, con el lápiz colocado en la oreja. Las ricas herederas ostentan su ninfomanía luciendo pendientes con perlas doradas del tamaño de huevos de codorniz y a bordo de bólidos rojos mientras sus manos, enguantadas en tonos ciclamen, atrapan y consumen licores ponzoñosos mezclados con vulgares latas de cerveza "Star". A los lagos secretos, las chicas acuden vestidas con blusas de cuadros multicromáticos y solapas levantadas o embutidas en jerseys de color limón que se ajustan a la carne como una segunda piel con el ánimo de no pasar desapercibidas. Corazones tallados a navaja duermen el sueño de los justos en la madera de troncos venerables desde fechas lejanas y felices. Galanes de tupé engominado tañen ukeleles sin ton ni son en el aislado silencio de alcobas a oscuras mientras evocan amores imposibles y adolescencias sepultadas. De improviso estallan en el aire frases lapidarias: "¿Sabes?, Eres increíble. Tienes el hacha enterrada en la cabeza de Kyle y al mismo tiempo la afilas". El fulgor de los pintalabios es, cuanto menos, incitante... Hay muchas otras cosas en el candelero: el mambo salvaje a todo volumen de la babilónica Dorothy Malone, envuelta en su negligé escarlata, a solas, en la turbia intimidad de su dormitorio; la absoluta incapacidad para el baile de Rock Hudson; la imprecisión habitual en otro de los típicos doctores en medicina de Douglas Sirk y el profesionalismo sin tacha del criado negro de la mansión de los Hadley, al que le ordenan que prepare "algo que se pueda beber y que no sea jugo de tomate" y que, al servirlo, y pese a la espantada pública, notoria e inesperada del demandante, lo coloca religiosamente sobre la mesa, con tapete y todo, sabiendo que nadie se lo va a tomar.

Cine de autor a prueba de bombas en mitad del sistema de estudios y de la producción en serie. Torrencial, excesiva y radiante. ESCRITO SOBRE EL VIENTO es un arrebato de poderosa fuerza dramática. Los materiales básicos del folletín están todos ahí, hirviendo como un magma incandescente. El director encuentra la culminación de su estilo apoyándose en colaboradores que le entienden y le acompañan sincronizádamente. Por un lado, la fastuosa fotografía en color de Russel Metty marida de forma natural con el campo óptico del director del mismo modo que la anchoa con la aceituna. Por otro, Douglas Sirk entendía el melodrama en su sentido literal de "música + drama" y tanto la partitura de Frank Skinner como la canción de Victor Young, interpretada por The Four Aces, se encargan de transportarlo a la resolución final exaltando la fórmula del culebrón, pero concentrándolo por alzamiento, como los cumulonimbos, en una especie de tormenta perfecta cuajada de electricidad. Múltiples son las narraciones basadas en clichés que abundan en temas parecidos a los que se cuentan en ESCRITO SOBRE EL VIENTO, pero ¿qué es lo que otorga fuerza a un relato por encima de la aparente ordinariez de sus ingredientes? Mozart afirmaba que la grandeza de la música no se hallaba "en las notas" sino "en el silencio que existe entre ellas" ¿Qué paréntesis e intervalos invisibles manejan artistas como Douglas Sirk entre las líneas del guion, entre las transiciones escénicas, para proporcionar esta inmensa energía a historias aparentemente banales y contadas una y mil veces alrededor de una hoguera -y con desigual fortuna- desde la noche de los tiempos?

En una pared de la National Gallery de Londres cuelga el lienzo de William Turner "Lluvia, vapor y velocidad", apenas un manchurrón negro y humeante en mitad de una masa amarillenta ribeteada con tonos ocres, algo que a simple vista podría parecer simple y de escasa significación. Al exponerse por vez primera en público, un crítico de arte, impactado por el dinamismo de la imagen, exhortó a las masas para que se apresurasen a conocerla antes de que la locomotora enloquecida hiciese sonar su silbato y acabase por abandonar el cuadro. Con ESCRITO SOBRE EL VIENTO sucede lo mismo, una extraña caldera de combustión interna propulsa a la película hacia adelante con una potencia incontenible y el avasallado espectador se ve impelido a repasarla hasta la saciedad, siempre suplicante, antes de que el violento huracán de las nuevas tendencias y costumbres ponga las cosas en su sitio y se la lleve por delante para siempre.

"En el cine todo es mentira... es un truco..." (El espíritu de la colmena -Victor Erice, 1973)