Incidente en Ox-Bow (The Ox-Bow Incident, 1943)

Iniciado por Supraphon, 24 de Julio de 2025, 08:52:52 AM

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Supraphon

         

THE OX-BOW INCIDENT (Incidente en Ox-Bow- William.A.Wellman, 1943)

"Supongo que hay otros hombres buenos aquí, pero no se dan cuenta de lo que están haciendo."

Hollywood..."La fábrica de sueños"... Una enorme industria consagrada al entretenimiento, al negocio y también a la propaganda. La época dorada de Hollywood se encaja, a grandes rasgos, entre los aledaños de las dos mayores guerras de la historia de la humanidad. Es tiempo de exportar al mundo una idea, la de la tierra de la libertad, de la esperanza y de los ideales democráticos. En la primera mitad del siglo XX proliferan grandes enemigos internacionales que representan al "mal" y Hollywood es una herramienta de enorme alcance para estimular una serie de valores burgueses de consumo doméstico y también para extender eficazmente por todo el planeta un área de influencia con un tamaño y un apetito cada vez más crecientes. Pero en el seno de Hollywood surgen también "tipos feos", "aguafiestas", voces discordantes que se ocupan de hurgar en las graves patologías de un público desplazado hacia los márgenes del paraíso. Así aparecen obras e incluso géneros completos de denuncia que revelan la cara oculta del falso sueño americano y que servirán de refugio a muchas de las personalidades más revoltosas del cine y del arte de aquel tiempo, algunas de los cuales pagarán cara la osadía de su inconformismo. Hollywood incuba también en sus entrañas al "Anti-Hollywood" y entre sus resquicios brotan impertinentes arbustos de disidencia y de alarma, pequeños tumores que van a generar gamberras perturbaciones, frunciendo el conservador ceño de los magnates, interrogando a la doctrina convencional y que no van a gozar precisamente de un gran favor a la hora de distribuir las recompensas "oficiales".

 El gran problema del western clásico, en el contexto actual, es al menos triple: por un lado nos enfrentamos a su mensaje colonialista centrado en la supremacía del hombre blanco sobre el salvajismo de las tribus indígenas. Por otro, con brillantes excepciones, hemos de digerir el papel subordinado de la mujer frente a la figura irrompible del héroe rampante. Y finalmente,  y en aras de atraerse el favor del público con un umbral crítico más flexible, nos vemos forzados a digerir no pocas y graves faltas de respeto a la fidelidad histórica. En el cine norteamericano todos estos ingredientes han ido dirigidos desde siempre a la obtención de la mayor rentabilidad económica y es que en la "fábrica de sueños" el balance comercial siempre ha tenido una importancia decisiva. Como decía Bertolt Brecht en su poema titulado HOLLYWOOD: "Cada mañana para ganarme el pan voy al mercado, donde venden mentiras y, lleno de esperanza, hago cola junto a otros vendedores..." Pero más allá de un ejercicio de rigor académico, el western, como la tragedia griega, constituye un escenario circunstancial que sirve para representar ante un público heterogéneo una serie de cuestiones universales que podrían desarrollarse en cualquier otro ambiente. El espectáculo y la acción han sido con frecuencia dos elementos insuficientemente refinados que han terminado lastrando injustamente la credibilidad general y la profundidad del género, dejando que sus consumidores más acomodaticios remoloneen en la tranquilidad de la superficie. Pero algunos directores visionarios fueron un paso más allá y entendieron que el núcleo mollar de estas historias no se encuentra tanto en las demostraciones aparatosas como en el carácter íntimo de los personajes que las protagonizan.

El poeta griego Odysséas Elýtis, llegó a calificar los apotegmas de Heráclito de Éfeso como "astillas pétreas". Tal definición, en el ámbito cinematográfico, encaja perfectamente con esta película de 1943, que se emparenta con las sentencias de "El Oscuro" tanto por su tenebrismo y su tamaño como por la verdad que encierra. THE OX-BOW INCIDENT es un latido y una exhalación... El cine es un arte, pero también es un oficio. William A.Wellman es un orfebre y un mago pero también es un alquimista y un mecánico. En su cuento ULRICA, Jorge Luis Borges viene a afirmar que el hábito narrativo consiste básicamente "en intercalar rasgos circunstanciales y en acentuar los énfasis". Nada de ello sucede en THE OX-BOW INCIDENT, una historia compleja narrada en un solo trazo y expuesta con herramientas particularmente simples para sonrojo de muchos cineastas, demasiados, que en sus películas se empeñan en marear la perdiz desperdiciando minutos con planos en negro y con largas y antiestéticas escenas de personas sentadas en sus urinarios o de insulsas familias neoyorquinas desayunando en grandes mesas repletas de cereales y zumos de naranja mientras hablan de cosas insustanciales.  La película tiene una duración de 72 minutos, excluyendo los títulos de crédito, tan solo 13 por encima de lo que se considera un mediometraje. Nos encontramos ante un modelo pluscuamperfecto de filmación en estudio. THE OX-BOW INCIDENT se desenvuelve con violencia e ímpetu, aprovechando a fondo el poco espacio del que dispone y tratando temas de enjundia de manera directa porque no hay ni un instante que perder. Las escenas diurnas, rodadas en "la calle del Oeste" de la 20th Century Fox, se compactan con las nocturnas, fotografiadas por Arthur C.Miller y circunscritas entre las paredes de los magníficos decorados diseñados por Richard Day y James Basevi, fundamentales a la hora de estructurar esa atmósfera opresiva y asfixiante que conduce de manera irreversible hacia la tragedia final. La concentración atómica de denuncias, alegatos, principios y advertencias incrustadas en el guion de esta pequeña bomba de relojería no admite ni un minuto más ni uno menos, tal y como ocurre, por ejemplo, con las Diferencias sobre el Canto del Caballero, de Antonio de Cabezón, en el ámbito de las piezas para teclado. Prodigio narrativo y visual, laconismo y elocuencia, trigonometría técnica y argumental, aprovechamiento helvético del minutaje disponible, interpretaciones actorales condensadas en pequeñas células que colisionan como electrones propulsados en un acelerador de partículas. Diámetro y profundidad, grito y susurro, organización y musculatura.

Mucho más que un western; la película preferida de Clint Eastwood. Una obra fronteriza, airada, de extrarradio, una pintura rupestre ejecutada con pigmentos primitivos, repleta de escenas de caza y lucha, impresa toscamente sobre ásperas formaciones calizas y escondida en una gruta remota, lejos del mundanal ruido del que procede y al que cuestiona y se enfrenta sin contemplaciones.

Tal y como afirmaba Victor Hugo en su novela EL HOMBRE QUE RÍE: "Nada es tan temible como las cosas oscuras a las que se llega por pendientes imperceptibles". Los siglos se suceden, las historias se repiten. Puede ser una ideología fanatizada, un partido político, una secta religiosa, un equipo de futbol, una perversa sucesión de sutiles omisiones... La cerrilidad de las masas y de los grupos jerarquizados en torno a falsos ídolos, líderes absolutos, consignas básicas y mensajes intransigentes solo conocen los límites de la violencia, de la catástrofe y de la autodestrucción

... Como sucede con la inmensidad de los sucesos que acontecen en el cosmos, la materia y la energía con frecuencia se concentran hasta lo insoportable y terminan aglomerándose ciegamente justo antes de explosionar...



"En el cine todo es mentira... es un truco..." (El espíritu de la colmena -Victor Erice, 1973)