La vida de Oharu, mujer galante (Saikaku ichidai onna, 1952)

Iniciado por Supraphon, 30 de Julio de 2025, 08:53:47 AM

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SAIKAKU ICHIDAI ONNA (La vida de Oharu, mujer galante- Kenji MIzoguchi,1952)

Desde 1899, fecha en la que Shibata Tsunekichi dirigió MOMIJIGARI (Caza de hojas en otoño), la película japonesa de ficción más antigua de la que se tiene noticia, y hasta el final de la II Guerra Mundial, el patrimonio cinematográfico nipón ha sido uno de los más esquilmados y mutilados por las circunstancias adversas. La mitad de la producción global de Kenji Mizoguchi, compuesta por 89 títulos, ha desaparecido fruto de los estragos achacables a la negligencia, a la guerra o al fuego. Casi todo el material perdido corresponde a su etapa inicial, aquella en la que se cimentan los anclajes de su estilo, los cuales han terminado sucumbiendo, por desgracia, al rigor del escombro y de la ceniza.

Quizás sea Mizoguchi uno de los representantes más sofisticados en el empleo del "plano de seguimiento" no ya como un mero recurso superficial empleado para ocultar deficiencias de fondo, sino como una herramienta analítica y de observación que, junto con el montaje, convierte al cine en un instrumento narrativo de naturaleza única. En la actualidad, la cámara, gracias al desarrollo tecnológico y también a la falta de sosiego, goza de una libertad de movimientos que tiende a caer de lleno en lo innecesario y en lo mareante. Serán creadores sofisticados como Mizoguchi los que en épocas pretéritas y desde la línea del bajo continuo, elevarán esta característica innata del medio cinematográfico a la cima de su discreción, tanto por su exclusivo refinamiento como por su solemnidad.

La figura de Kinuyo Tanaka, "la Bette Davis japonesa", quedará también vinculada a la del realizador obsesionado con el retrato de su fisonomía en movimiento, como lo fueron también Marlene Dietrich, Setsuko Hara, Monica Vitti, Gena Rowlands, Giulietta Masina, Grace Kelly... siluetas asociadas a apellidos creadores de mirada única y mesmerizados con el exquisito balanceo de sus musas. Las peripecias de esta desventurada protagonista avanzan acompañadas por el sonido de los coros y de los instrumentos de cuerda nacionales por excelencia. La frecuencia característica de estos curiosos artefactos japoneses, llenos de simbología y bastante desubicados para los gustos musicales consolidados en occidente, salpica el argumento de esta tragedia aportándole la textura adecuada a unas imágenes indisociables de la idea mitificada que en nuestras latitudes tenemos de lo "oriental" y a las que contribuye la delicada óptica del operador Yoshimi Irano. Al Koto, por ejemplo, instrumento emparentado con la cítara y construido con madera de kiri y cuerdas de seda, se le compara con el cuerpo de un dragón tumbado y las partes del mismo toman el nombre de sus equivalencias en la anatomía del mítico animal. Al singular sonido emanado de sus pulsaciones hemos de acostumbrarnos lentamente porque, para muchos de nuestros tímpanos desentrenados, con el Koto y con el Shamishen puede suceder algo parecido a lo que ocurre con la máquina de tortura y muerte imaginada por Kafka para su relato "En la colonia penitenciaria"... que sólo a partir de la sexta hora deja de doler...

Hallaremos en esta desdichada MUJER GALANTE el placer de un arte creado no para su simple consumo, sino para su contemplación. Si en términos genéricos se puede decir que el melodrama cinematográfico nació con David W. Griffith, serán -entre otros- Douglas Sirk -en Hollywood- y Kenji Mizoguchi -en Japón- (y quizás Max Ophüls y Luchino Visconti en Europa), los encargados de sublimar sus códigos más rudimentarios gracias a un innato sentido de la elegancia, siempre por encima de sus frecuentemente contraindicados hábitos de uso, de su posología saturada y de sus inevitables hipérboles argumentales. Así, las distintas apoteosis de LA VIDA DE OHARU, repartidas proporcionalmente a lo largo del drama, se cocinan de manera paciente y meticulosa para alcanzar su máxima eficacia. Ese mismo año, en el largometraje THE BAD AND THE BEAUTIFUL (Cautivos del mal- Vincente Minnelli, 1952) , el personaje del director Von Elstein, interpretado por Ivan Triesault, desarrolla un catecismo del oficio que muy bien podría aplicarse a la sabiduría de Kenji Mizoguchi en la elaboración de esta dramática historia; "Toda escena podría ser un clímax. Si fuese así yo sería un mal director y me gusta pensar que estoy entre los mejores. Una película llena de clímax se desmorona. Hay que llegar a una culminación y a veces a ésta se llega muy lentamente..."
 
Monumento y paisaje. Dramaturgia y poesía. Sentarse ante una pantalla en pleno siglo XXI para contemplar una pieza totalmente impermeable a las tendencias actuales como esta, nos despierta en mitad de un árido desierto, el de la "industria del entretenimiento" concebida en torno al frenesí, la rentabilidad comercial y la obsolescencia programada cada vez a más corto plazo. Es el páramo de los canales de ocio y comunicación de masas dirigidos al embrutecimiento de una población amaestrada con concursos absurdos, informativos politizados, tertulias deportivas confeccionadas a golpe de faltas de respeto y polémicas artificiales, interminables tandas de publicidad en las que se trata de hipnotizarnos a bombo y platillo para consumir productos que no necesitamos y "Talk Shows" de audiencias millonarias transformados en panfletos partidistas y diseñados con el adoctrinador objetivo de neutralizar en el espectador cualquier posible atisbo de sensibilidad crítica. El cine de Mizoguchi no tiene ya cabida en los gustos implantados en la sociedad moderna, permanentemente ávida de estímulos virales. Nuestros contemporáneos, y sobre todo los urbanos, no están ya para muchas meditaciones. La vida es demasiado exigente y los contribuyentes, que llegan extenuados al final de su jornada laboral, solo buscan productos que les anestesien porque, a esas alturas de la noche,  se busca con mucho más ahínco la evasión que la victoria. El poder concienciador de los medios audiovisuales con vistas a una mejor comprensión de la sociedad circundante, ha quedado reducido a una parcela suburbial para cuyo acceso se hace necesaria una firme voluntad de búsqueda y paciencia. Para la telebasura diseñada hacia el consumo inmediato, no; para eso no hay que buscar ni esperar nada, basta con pulsar un botón y ella corre a raudales hasta nuestros cada día menos inviolables hogares haciéndonos languidecer lenta y obedientemente a cambio de una o quizás dos conversaciones superficiales que no nos hagan sentirnos demasiado raros al día siguiente en la oficina.

La extrema delicadeza de LA VIDA DE OHARU aburrirá a los amantes de la acción briosa, porque esta pieza de Kenji Mizoguchi es la muestra de un arte elaborado a contrapelo que ofrece, una vez más estérilmente, la llave para que nuestra especie, como conjunto, reflexione y revierta sus muy consolidadas tendencias suicidas. Esta refinada película nos invita a adentrarnos en las habitaciones traseras de la conciencia y a dejarnos llevar, en silencio, por la fuerza de la verdad... Una verdad que como el "destino" del que hablaba Séneca, "conduce al que se somete y arrolla al que se resiste". A estas alturas casi todos deberíamos tener bastante claro que cada individuo es un mundo y que las personas tenemos la costumbre (y el derecho) de aburrirnos con cosas distintas. De todas formas y quizás equivocadamente, a veces especulo con la teoría de que los asuntos que nos narcotizan son más reveladores de nuestra verdadera personalidad que aquellos que nos estimulan.
"En el cine todo es mentira... es un truco..." (El espíritu de la colmena -Victor Erice, 1973)

Soprano

Muy buena crítica Supraphon, sin duda se trata de una de las mejores películas de Kenji Mizoguchi que auna muchas de las virtudes que lo conviertieton en uno de los grandes maestros japoneses, lástima como dices que muchas de sus primeras obras se hayan perdido pero quedan suficientes para que apreciemos su enorme talento.