Gritos y susurros (Viskningar och rop, 1972)

Iniciado por Supraphon, 13 de Agosto de 2025, 06:59:37 AM

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VISKNINGAR OCH ROP (Gritos y susurros – Ingmar Bergman, 1972)
https://www.filmaffinity.com/es/film297219.html

Antes incluso que el teatro, el primer antecedente del cine es la pintura, disciplina en la que desde muy temprano se anticiparon ya formatos más o menos cuadrangulares y panorámicos como el scope, la vistavisión y el cinerama. Sus experimentos más remotos datan del Paleolítico Superior. La oscuridad de las cuevas, como más tarde la de las salas de cine, le ofreció su primer escaparate. Al principio, como en el cine también, fueron los paisajes, los animales, las escenas de caza y de la vida cotidiana... la acción, el movimiento en fin. Los rostros vinieron después. Obviando el arte escultórico y los 23.000 años de su Dama de Brassempouy, el primer retrato pictórico conocido no fue el de una persona, sino el de un cerdo verrugoso pintarrajeado hace 450 siglos en una gruta de la isla de Célebes, en Indonesia. Hubo que esperar al imperio persa para contemplar por primera vez los rostros de los reyes reproducidos gráficamente en las monedas... y luego a los egipcios que pusieron de moda los obeliscos, los andares de perfil, las propinas, los suicidios por mordedura de serpiente, los gatos y los retratos funerarios...

El teórico y director polaco-francés Jean Epstein entendía que la invención del cine, como instrumento óptico, era equiparable en importancia y transgresión a la de la lupa o a la del microscopio. La lente cinematográfica podía incrementar el tamaño de los objetos exhumando matices insólitos y escondidos entre sus pliegues hasta el punto de llegar a tergiversarlos. En el cine, al principio no fue el caos sino el movimiento puro, los obreros saliendo de la fábrica, el tren llegando a la estación... La imagen dinámica fue la razón de ser de su creación y de su existencia, su aspecto diferenciador frente al estatismo del óleo y del daguerrotipo. El rostro inmóvil no era aun el centro de atención del cine, hasta que muy pronto y casi sin querer apareció la genial idea del "Close-Up". En 1896 William Heise rodó THE KISS OF THE WIDOW JONES, un plano corto de una pareja decimonónica besándose apasionadamente ante el público escandalizado, en una toma frontal que se ha repetido durante siglo y medio casi hasta la extenuación. En 1901, el británico James Williamson filmaba THE BIG SWALLOW donde mostraba una toma del actor Sam Dalton, cuya cara iba aproximándose paulatinamente al objetivo hasta ocupar la totalidad de la pantalla. Luego llegó David. W Griffith que sistematizó el recurso y vio en el semblante humano un mapa en blanco sobre el que dibujar infinitas historias... Cuando en 1926 Carl Th. Dreyer filmó LA PASSION DE JEANNE D'ARC (La pasión de Juana de Arco), la expresividad del rostro en el cine alcanzó su apoteosis y a partir de los años 50 Ingmar Bergman trasladó la profundidad del primer plano, el abismo de la esfinge humana, al centro de su arte. Con Ingmar Bergman el rostro y el antifaz virtual tras el que se oculta no solo es un tema en sí mismo, sino también el escenario en el que dicho tema se representa, se desarrolla y se contradice. En 1958, el genial realizador estrena una película titulada ANSIKTET (El rostro)... En 1966, dirige PERSONA, palabra que en griego ( πρόσωπον/ prósopon) alude a la máscara que empleaban los actores para ocultarse la cara en las representaciones teatrales... "Detrás de la máscara hay otra máscara, y detrás de la última máscara no hay nada..." En GRITOS Y SUSURROS, Erland Josephson escruta sin misericordia el bello rostro de Liv Ullmann en un primerísimo plano, analizando en voz alta sus pequeñas arrugas e imperfecciones y como éstas no son sino el reflejo de su deterioro moral y el crisol de sus pecados: "Tu boca tiene ahora una expresión de descontento y hambre..."

Ingmar Bergman afirmó que con PERSONA y GRITOS Y SUSURROS había llevado su concepción del cine hasta el límite, explorando y ordeñando todas sus posibilidades artísticas. GRITOS Y SUSURROS, muestrario plural de rostros, máscaras y significados, es una prueba de fuego para la resistencia del espectador a la hora de enfrentarse a no pocos de sus propios fantasmas interiores. El director sueco mostraba en pantalla, a través del invasivo rostro de sus intérpretes, muchas de sus obsesiones psicológicas y casi todos sus traumas autobiográficos con unos niveles de exigencia técnica y anímica que bordeaban el sadismo. En GRITOS Y SUSURROS, Ingmar Bergman elevaba a cotas de belleza estética absolutas su extraña capacidad de traducir en imágenes la sustancia de ideas extremadamente abstractas, como la culpa, el miedo, el remordimiento, la fe, el rencor, el paso del tiempo, la insignificancia del ser humano ante el precipicio de la muerte... El cineasta escandinavo, uno de los artistas del siglo, encadenado a sus frustraciones infantiles y a sus angustias existenciales, pone en funcionamiento su mágico escáner de la mente humana colocando a sus enormes actrices frente a la lupa y frente al microscopio aludidos por Jean Epstein en sus reflexiones. El espectador, que sabe que no va a pasar precisamente un buen rato, las observa y se siente fascinado e incomodado al reconocerse en muchos de sus turbios comportamientos, que a casi nadie, en algún momento de su vida, le son ajenos. Aturdido, el público atraviesa como un espía las habitaciones pintadas de rojo y los pasillos alumbrados con lámparas de parafina que fragmentan el interior del castillo de Taxinge-Nasby. El indiscreto ojeador que cotillea a través del cine en los entresijos de los demás, ve desfilar a sus propias vergüenzas al ritmo del tic-tac de los dorados relojes que palpitan en las estancias silenciosas y lujosamente amuebladas; se frota los ojos ante la belleza plástica de las imágenes fotografiadas por Sven Nykvist y suspendidas en el éter de la subconsciencia, arropa a la agonizante Agnes en su dolor insoportable, reconoce la mezquindad de sus hermanas , la hipocresía y la frialdad de sus ricos cuñados, las vacuas excusas y los insostenibles consuelos de la religión... ; comprende y acepta los traumas que alimentan todo ese vacío que con las décadas no ha hecho sino cambiar constantemente su aspecto exterior pero no su núcleo primigénico... y reposa en la esperanza de que la bondad, el último refugio, como la naturaleza y el arte, siempre está ahí, en algún rincón de la castigada esencia humana, para ofrecernos el descanso y la redención que tanto necesitamos...

Las actrices bergmanianas merecen todas ellas en conjunto la elevación de un monumento, pero el de Harriet Andersson, en concreto debería ser ecuestre y laureado...  GRITOS Y SUSURROS nos teletransporta hasta la rojiblanca barra de la frontera... Conviene verla con cuentagotas porque el desasosiego que imprime en el espectador receptivo a su impacto afecta quirúrgicamente a su ánimo sembrándole en el estómago esa sensación punzante que tarda varios días en desaparecer, como suele ocurrir cada vez que tenemos la rara oportunidad de contemplar algo que se sale fuera de lo normal. Una de las películas más importantes que he visto nunca. Acudo a ella muy de tarde en tarde, porque aprecio mi salud mental... porque no me sienta bien y porque me deja hecho polvo... Su grandeza es tal que cada vez que contemplo a Agnes, vestida de blanco, columpiándose en la última escena de esta obra arrasadora, tengo la impresión de que casi todas las demás películas que he visto o que veré en algún momento significan muy poco y que apenas son tierra quemada...



"En el cine todo es mentira... es un truco..." (El espíritu de la colmena -Victor Erice, 1973)
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    Cinéfilos que han agradecido este tema: Wanchope