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'Paul' - Larga vida al friqui

Vía El Séptimo Arte por 22 de julio de 2011

El fenómeno friqui está en pleno apogeo, si hace unos años a uno le denominaban con semejante vocablo, normalmente era de manera despreciativa y a modo de ofensa e incluso el propio interpelado debía sentir vergüenza por ello, pero los tiempos afortunadamente avanzan (afortunadamente o no, depende de cada uno) y lo que antes era un descalificativo hoy en día se utiliza (demasiado a la ligera para mi gusto) como adjetivo de todo aquel que le dedique a un hobby un tiempo que los demás se les antoja excesivo.

Da igual que le guste la lectura, que el cine, la depilación a la espátula o mear a contraviento, se hablas con alguien que realiza esta actividad en menor medida que tu, ya tienes el apelativo (de modo cariñoso eso si) de friqui colocado. Es decir, a lo que antes se le denominaba un fanático de por ejemplo el cine de Chaplin, Eaton o Los Marx, se le pone el calificativo de Friqui y nos quedamos tan contentos (cómo el ungüento amarillo, que para todo vale). Esta generalización extensa de la categoría de friqui ha hecho por lo tanto que cualquier persona pueda ser denominada como tal y en consecuencia (por haberse convertido casi en piropo) otro friqui (o varios) atraen las simpatías de todos aquellos hermanados por el término. Aprovechando la coyuntura, una generación de cineastas que sobrepasan los 30 pero aun no llegan a los 50, esos que ya acuñaban la expresión mucho antes de que se denigrara (o mejorara, según el criterio de cada cual) y que la lucían orgullosos ya hace más de una década, han decidido que no es friqui todo lo que reluce y se han propuesto demostrar al publico en general, que si bien los friquis de hoy en día están bien vistos, también los de antes, los auténticos, los denominados Nerd en Inglés o Raros en Castellano, siguen vivos, con la oportunidad de manifestar un punto de vista que antes nadie quería ver y con un respeto hacia los demás y hacia si mismos que nos haga darnos cuenta de que en el fondo, un friqui es todo aquel que se atreve a soñar en voz alta y a perseguir sus sueños por muy extraños que a los demás les pueda parecer. Son los dueños por derecho propio de la expresión “no me importa el qué dirán”.

Es precisamente a estos últimos a los que Frost, Pegg y Mottola han decidido hacer un serio homenaje en clave de comedia (los friquis son gente más divertida y alegre de lo que se cree) con esta semi Road-Friqui-Movie que destila mimo y buenas maneras. Por supuesto, que para el que no quiera mirar más allá, esta película solo es una comedía sobre un par de chalados friquis que se encuentran a un extraterrestre y tratan de ayudarle mientras son perseguidos por agentes gubernamentales más chalados aún, es decir, algo visto bastantes veces que no sorprende, a veces sonroja y no llega más allá de algún punto graciosote, pero si se mira con los ojos de fijarse (que dirían mis admirados Gomaespuma) se verá todo aquello que el público general rehúye y que sin embargo enriquece una película, los detalles.

Para empezar, se requiere mucha habilidad para decidir recrear un extraterrestre utilizando los mayores tópicos posibles en cuanto a aspecto físico se refiere, intentando por todos los medios, que el resultado no quede ridículo en pantalla. Y es que realmente PAUL es el único ser normal de toda la película, a pesar de ser precisamente el único que no es de este planeta, un ente sensato entre tanta insensatez, un vividor sabio que se excede lo justo y sabe agradecer el gesto, de esos entrañables ancianos con ojos de pícaro que está de vuelta de todo y ya poco le queda por descubrir, pero si mucho que enseñar. En una película en la que el extraterrestre debería ser el tema principal, este no deja de ser más que un recurso para mostrar que el mundo está lleno de experiencias por descubrir y que normalmente la gente que acaba por descubrirlas son aquellos a los que sus propios sueños les empujan a ello, los inquietos, los buscadores, en definitiva, los friquis, esos que al igual que Clive y Graeme son capaces de ahorrar no para comprarse un buen coche o una casa más grande, sino para realizar con los años que sean ese sueño infantil cultivado tras horas y horas de lectura, horas y horas de películas de ciencia-ficción (bendita Bola de Cristal y la Bruja Avería en mi caso), que no es otro que poder visitar aquellos lugares (reales o cinematográficos) en los que la huella de vida en otros mundos ha quedado plasmada.

Es precisamente toda esa gente, la que sabe apreciar cosas como la colección de camisetas que se lucen durante toda la película, esas tomas rememorando algunas de dichas viejas películas de ciencia-ficción (homenajes tremendos), el nombre completo del agente Zoil, la ultima frase escuchada por una estupenda actriz o el Cameo (otra palabra devaluada y que no olvidemos significa la introducción en un filme de una persona famosa interpretándose a sí misma) del posiblemente mayor influyente en la ciencia-ficción real de los últimos 30 años. De esos detalles que no pretenden otra cosa más que mostrar un cariño y respeto por aquellos directores que les hicieron felices la infancia (y que lo siguen haciendo con cada revisionado) es de los que se enriquece este Paul con aspecto extraño y familiar pero con alma humana.

Por supuesto que la originalidad no es algo que deslumbre en la historia, pero por el contrario es mucho más fresca que cualquier otra comedia al uso de las que cruzan cada día el charco (gracias a Dios se nota el toque inglés y su independencia), con unos FX mucho mejor utilizados que cualquiera de los de Bay (es realmente increíble lo bien texturizado e integrado que está el personaje de Paul en el metraje, amén de sus naturales movimientos y expresiones faciales), una BSO de esas que sin ser espectaculares añaden “Feeling” en el momento preciso y con un diseño de producción que más quisieran muchas con el doble de presupuesto.

De esas películas que a los que nos les guste aborrecerán sin compasión y a aquellos que les agrade preferirán no discutir de ella sino disfrutarla recordando momentos anteriores de cada uno no mejores, sino felices.

Nota: 6,5 / 10

Por David J. Soto

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