''we Like Zinemaldia'' (AKA Balance General)
Vía Festival de San Sebastián
por reporter 02 de octubre de 2012
Lo dijimos justo antes de que todo empezara a rodar: por mucho que nos pesara, y por muchas promesas que hubieran llegado, la 60ª edición del Festival de Cine de San Sebastián arrancaba con el regusto amargo dejado por la experiencia casi traumática del año pasado. La primera experiencia de José Luis Rebordinos en lo más alto del Zinemaldia fue un descalabro adjudicable a muchas partes, y cuya identificación está ahora afortunadamente fuera de los propósitos de esta crónica. Lo está gracias a lo que también fuimos constatando a lo largo de estos últimos días: la calidad excelsa de la que se hizo dueño el certamen donostiarra. Los más veteranos no tenían ningún reparo en decirlo: ésta fue seguramente una de las mejores ediciones en toda la historia del festival.
¿Razones? Muchas; inabarcables. La principal: un espíritu; una motivación a redoblar esfuerzos para que el 60, que tan bien lucía en el Kursaal, fuera algo más que un número redondo. Era ésta una ocasión inmejorable para reivindicar el sitio y prestigio del Zinemaldia en el concurridísimo panorama festivalero internacional. Con Berlín y Venecia medio desaparecidos en combate, todas las miradas de la comunidad cinéfila se fijaron una vez en la desembocadura del Urumea, y la presión no pudo con la organización. Al contrario, indujo a un lucimiento que se tradujo a todos los aspectos que hacen que este tipo de citas cinematográficas trasciendan el mero compromiso convirtiéndose así en un lugar de referencia al que cada amante del séptimo arte siente la necesidad irrefrenable de asistir.
Y así fue. Miembros de la prensa en representación de medios de todos los países del mundo pululaban por las inmediaciones del Kursaal, pidiendo invitaciones, asistiendo a las ruedas de prensa, comentando la jugada... en definitiva, ayudando a transmitir esa reconfortante sensación de que San Sebastián, del 21 al 29 de septiembre, era el sitio donde se tenía que estar. El constante goteo de estrellas de primer nivel (ya fuera para presentar películas, ya fuera pare recibir un premio honorífico... ya fuera por ambas razones) se vio complementada con lo que al fin y al cabo es lo más importante: una Sección Oficial (tanto dentro como fuera de Competición) de extrema calidad, en la que, contrariamente a lo que suele suceder en estas ocasiones, costó horrores encontrar un título mediocre, mucho más uno malo. Ojo, parásitos los hubo, como siempre, pero fueron indudablemente la nota discordante (quedando así todavía más retratados) en lo que fue una gloriosa sinfonía dedicada al buen gusto, a lo estimulante, al riesgo... en resumen, al buen cine.
No es emoción (que a estas horas ya está tan enfriada como la meteorología en San Sebastián a lo largo de los últimos días de festival), es simplemente la constatación de una realidad que si nos la llegan a predecir antes de la primera jornada, no hubiéramos tardado ni un segundo en poner en la categoría de ''dulce fantasía''. Este escepticismo no hubiera sido por simple pose, sino por el peligroso antecedente del que veníamos, al que había que sumar las actuales penurias económicas de las que nadie parece librarse (conste en acta que el equipo de Rebordinos tuvo que explotar al máximo la opción de la financiación privada con tal de que cuadraran todos los números), así como otros factores externos como la huelga convocada justo en el ecuador del certamen, que no hacían más que añadir nubarrones en el ya de por sí desolado -y desolador- horizonte.
Pero los rayos de luz no tardaron en aparecer. Los programadores tuvieron el acierto de bombardear durante las primeras jornadas y sin piedad a crítica y público con un arsenal de buenas -buenísimas en algunos casos- propuestas que parecía inagotable. Poco importaba que alguno de esos títulos hubiera sido presentado antes en Toronto (éste es un problema, si es que realmente lo es, que solamente puede explicarse echando un vistazo a un calendario apretadísimo), lo importante era que la ilusión en el Zinemaldia se estaba recuperando a marchas forzadas, al ritmo que exigía la ocasión. Y así siguió la euforia hasta el esperado anuncio de un palmarés que, sorpresa gorda, no sorprendió a nadie. Y todos contentos.
No hubo otro caso ''Los pasos dobles'', de hecho, el Jurado presidido por la mítica productora Christine Vachon lo tenía francamente complicado para hacer sonar la campanada en el sentido negativo. ¿'En la casa' o 'Blancanieves'? ¿La intriga de un profesor totalmente absorbido por la ambigua ficción de uno de sus alumnos, o la formidable reinterpretación del clásico de los hermanos Grimm? Todo el mundo tenía claro cuáles eran las dos grandes candidatas a alzarse con una de las Conchas de Oro más caras de la historia... lo cual no borra el hecho de que estos dos monstruos fílmicos dejaran en la ''sombra'' un nada despreciable puñado de gemas fílmicas que no hicieron sino sacar más lustro al certamen. La delicia minimalista de Carlos Sorín, los puñales envenenados de Constantin Costa-Gavras...
Casi imposible dar abasto. Más difícil todavía con el aparador dorado de Zabaltegi Perlas (en el que se muestra la flor y nata de la temporada festivalera, con la proyección de los grandes éxitos en Cannes, Berlín, Venecia y Sundance) al que se le unió una sólida representación del cine latinoamericano en Horizontes Latinos y, sobre todo, la extraordinaria selección de Nuevos Directores. Esta particular máquina del tiempo que teóricamente nos lleva unos cuantos años antes de que todo el mundo hable de los directores ahora desconocidos, se descubrió como un radar afinadísimo para descubrir talentos que, más que nuevos, parecieron consagradísimos (buena fe de ello dieron las sorprendentes 'Los increíbles', 'Le jour des corneilles' o '7 Cajas', siendo ésta última, una creación de la factoría Cine en Construcción, una de las más firmes apuestas del festival, y que terminó convirtiéndose en una de las cintas que más furor levantó entre el público).
En esta misma línea, los geniales encabezados de las secciones secundarias citadas, que se pasaban segundos antes del inicio de cualquier proyección (y que siempre terminaban con el logrado juego de palabras "we Like Zinemaldia"), conseguían poner la piel de gallina al enumerar éstas la plantilla de directores y trabajos que habían pasado por sus pantallas en ediciones anteriores. Se notaba que desde la organización había ganas de sacar pecho no sólo por que lo había venido... sino por lo que estaba por venir. Así, mirando con orgullo el pasado, y con esperanza en el futuro, fue cómo se construyó uno de los Zinemaldias más memorables de todos los tiempos, y por qué no decirlo, uno de los festivales cinematográficos más sólidos de los últimos años. Ante tanto éxtasis, una advertencia que viene desde el propio equipo detrás de toda la magia: ''Lo que hemos visto este año ha sido -maravillosamente- excepcional.'' Ni así se pueden rebajar unos ánimos que a buen seguro llegarán intactos a la siguiente edición. San Sebastián ha recuperado el prestigio que se merece, y la espera para volver al certamen se va a hacer muy larga. Mientras, recordemos.
Nos ha encantado...
El duende cinéfilo de Pablo Berger y su 'Blancanieves'; la apabullante resurrección de Bernardo Berolucci en 'Io e te'; el espectacular tsunami emocional de Juan Antonio Bayona en 'Lo imposible'; la incontestable maestría del 'Amor' según Michael Haneke; la eclosión fantástica de Benh Zeitlin en 'Bestias del sur salvaje'; el contundente repaso a las miserias de la sociedad japonesa a manos de Kiyoshi Kurosawa en 'Shokuzai (Penance)'; el talento multifacético de Ben Affleck tras las cámaras de 'Argo'; la estimulante lucidez de François Ozon 'En la casa'; el virtuosismo de Jean Christophe Dessaint en su debut 'Le jour des corneilles'; el delicioso, tierno y desternillante costumbrismo marciano de David Valero y 'Los increíbles'; la trepidante revelación de las '7 Cajas' de Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori; el ameno y apasionante viaje histórico al plebiscito chileno capitaneado por Pablo Larraín y su 'No'; la deliciosa sencillez de Carlos Sorín y sus 'Días de pesca'; la rabiosa contundencia de Constantin Costa-Gavras en 'Le capital'; el espectacular esteticismo videoclipero de 'The Art of Flight', de Curt Morgan; el envolvente y espeluznante noir realista de Bart Layton y 'El impostor'.
Nos ha interesado...
El savoir faire de Richard Gere y el thriller 'El fraude', de Nicholas Jarecki; la calculada candidez de Cao Hamburger cuando habla de 'El año que mis padres se fueron de vacaciones'; la necesaria memoria de Eliane Raheb y sus 'Sleepless Nights'; el divertido choque cultural de Threes Anna y su 'Silent City'; el inclasificable nuevo perro verde de Javier Rebollo, 'El muerto y ser feliz'; la revisión anti-nostálgica de Olivier Assayas en 'Después de mayo'; el atípico enfoque al drama de la inmigración en 'Aquí y allá', de Antonio Mendez Esparza; la brillantez académica de Fernando Trueba y 'El artista y la modelo'; la violenta soledad de Scott Graham en 'Shell'; el riguroso found footage de 'The Bay', a cargo de Barry Levinson; la capacidad para conectar con el público de 'The Sessions', de Ben Lewin; la detectivesca memoria histórica de Barbara Albert y 'The Dead and the Living'; el riesgo bien llevado de Ziad Doueiri y 'El atentado'; la recta final de la chocante 'Chaika', de Miguel Ángel Jiménez; el concienzudo retablo de la China contemporánea 'All Apologies', firmado por Emily Tang; la oscura poesía de Bahman Ghobadi y su 'Rhino Season'; la leve recuperación del buen Oliver Stone con 'Salvajes'; la violencia casi hanekiana de Majid Barzegar en 'Parviz'; el personal acercamiento noir-colorista del '¡Atraco!' de Eduard Cortés; el correcto acercamiento al drama de las FARC a cargo de Miguel Courtouis en 'Operación E'; el underground brasileño de Francisco García y sus 'Cores'; el erotismo con carga de Jonathan Gurfinkel en 'Six Acts'; las adrenalínicas peripecias surferas de Justin McMillan y Christopher Nelius en 'Storm Surfers'; la bienvenida comicidad de Ken Loach en 'The Angels' Share'.
Nos ha decepcionado...
El infumable relato sobre la lucha maternal de 'Volver a nacer', de Sergio Castellitto; el plúmbeo relato sobre la violencia de género 'Salsipuedes', de Mariano Luque; el desagradable compendio de personajes desagradables presentados por Marian Crisan en 'Rocker'; el insulso alegato de rebeldía feminista y adolescente de 'Foxfire', de Laurent Cantet; el enervarte retrato familiar de Friederike Jehn en 'Summer Outside'; la insulsa intrascendencia de 'El hipnotista' de Lasse Hallström; la emancipación contada por Marcelo Gomes en 'Era uma vez eu, Verônica'.
Ahora sí, agur y...
¡El año que viene, más!
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por Víctor Esquirol Molinas