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'Avatar: Fuego y ceniza' - La Sinfonía n.º 10 de James Cameron

Vía El Séptimo Arte por 16 de diciembre de 2025
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Al igual que las dos entregas anteriores, 'Avatar: Fuego y ceniza' se puede resumir con uno de los memes más populares de 'Futurama' en Internet: el de Fry con un fajo de dólares en la mano diciendo "shut up and take my money". De hecho, en líneas generales se puede resumir de la misma manera que 'Avatar' y 'Avatar: El sentido del agua': respondiendo a un par de sencillas preguntas.

Sí, merece la pena volver a visitar Pandora.

Sí, merece la pena hacerlo en una buena sala de cine.

'Fuego y ceniza' vuelve a cumplir, más que de sobra, como una experiencia y un recuerdo cinematográficos que llevarse de la sala de cine a la tumba. Y lo hace de una manera algo más lograda que 'El sentido del agua', cuyo narrativa se resentía en su tramo central a causa de lo que se sentía como una suerte de reinicio. 'Fuego y ceniza' es una película más constante y equilibrada que la de 2022; también, una película mejor perfilada aunque siga siendo otro monstruo ingobernable de tres cortas horas (y pico) que no brilla por su originalidad o sutileza. La sensación, de nuevo, es que en realidad se nos ha contado poco: No más que los Sully se mantienen unidos, no más que los Sully nunca se rinden.

Tampoco esos malvados humanos que no nos representan, los villanos de nuevo de un relato que les/nos niega en gran medida la humanidad. Un relato que reincide en el duelo entre los Na'vi y los alienígenas de una forma simple y directa: Un duelo entre los buenos y los malos. La humanidad reducida al papel de enemigo, tal vez merecido aunque no por ello deje de molestar que James Cameron se tome tan pocas molestias en descaricaturizar a los humanos. Es cierto que no cabe mucho más en tres horas (y pico) tan bien aprovechadas como desaprovechadas; tres horas (y pico) muy dinámicas durante las que siempre está pasando algo y cuesta encontrar el momento para irse a mear.  

Tres horas (y pico) que se pasan en un suspiro, e incluso se antojan cortas para la ambición de Cameron. Tres horas (y pico) que por extraño que parezca, de nuevo nos dejan con ganas de una versión extendida que dote de un mayor empaque y armonía a lo que se sigue sintiendo en ocasiones como algo tosco y precipitado... toda vez que 'Fuego y ceniza', al igual que 'El sentido del agua', se siente como una película de cuatro o cinco horas "encajada" en una de poco más de tres. Con todo lo que eso conlleva, siendo no obstante la crónica de una gran batalla anunciada más refinada que la de 2022. Porque en efecto, como suele ser la costumbre todo conduce a una batalla más grande y más épica.

Ya se sabe: Tú dame acción... y yo te daré mi bendición. A pesar de que la mayoría de los personajes queden desdibujados (y deslucidos) en favor del enfrentamiento entre Sully y Quaritch; de que su aparente obviedad choque con una duración de tres horas (y pico) durante las que se pasa de puntillas por demasiadas cosas; de que algunos planos puedan parecer una cinemática de un videojuego, lo que ciertamente resquebraja un poco el vínculo; o de que el amor de Cameron por los Na'vi nos reduzca a un montón de "Stormtroopers". Da igual: 'Fuego y ceniza' sigue molando. De hecho mola más que 'El sentido del agua', de la que en la práctica vendría a actuar como una versión mejorada.

Si bien ambas comparten virtudes y defectos, esta tercera entrega resulta más fluida y proporcionada; algo a lo que sin duda contribuye la sugerente presencia de Oona Chaplin como Varang. El "fuego y ceniza" del título de este nuevo espectáculo de primerísima categoría de James Cameron. Un espectáculo claro y expeditivo, sencillo pero eficazmente acunado y envuelto en una superioridad operativa y técnica que resulta insultante para la competencia. Puro instinto y músculo fílmico, aún más si cabe en una 'Fuego y ceniza' cuya supremacía audiovisual es aún más notoria y consistente, incluso necesaria y oportuna ante la amenaza que se cierne con la compra de Warner Bros. por parte de Netflix.

Un poderío audiovisual que lo sigue compensando todo, reduciendo casi cualquier problema a una anécdota sin relevancia pisoteada por los huevazos de Cameron. Una producción de nuevo grandiosa que vuelve a brillar, un poco más aún que las anteriores por algo que no es tan habitual de encontrar en una sala de cine por desgracia, no digamos ya en una plataforma de streaming: Un alma propia enfundada en abrumadora honestidad. La emoción y la magia del cine a través de los ojos de un chaval de nuevo ilusionado, maravillado que no tiene más que dejarse llevar, con sumo gusto por lo que es evidente es sentimiento, no un producto ni mucho menos algo vulgar, corriente, gratuito o prefabricado.

El cine puede ser caro. Pero cineastas como James Cameron y experiencias como 'Fuego y ceniza' hacen que (soñar) parezca barato.

 

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex

 

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