'Malditos basterdos' - Doce del Tarantino
¿Está Quentin Tarantino algo sobrevalorado? Pues sí, lo está. Un pelín nada más, pues es obvio que talento tiene de sobra y que sus películas, con sus más y sus menos, son siempre interesantes y en gran medida disfrutables. Respetables. Pero no empecemos a chuparnos las pollas todavía.
Porque, por lo que fuere, parece haber perdido la mesura y el equilibrio de sus tres primeros filmes; incluso cinco si tenemos a bien considerar los dos 'Kill Bill' de forma autónoma y no como sendas medias partes. La forma más correcta de decirlo es simple: Es un niño mimado y consentido.
Con 'Malditos basterdos' se parece confirmar lo que ya se intuía en 'Death Proof': Que a Tarantino le empieza a dar un poco igual el público, y que ha empezado a hacer cine para sí mismo; y por ende, para su reducto indisoluble de fans "rendidos de antemano" que le ríen cualquier gracia. El nombre de su autor provoca una condescendencia plena. Ya se sabe, es... Tarantino.
Algo legítimo por parte de ambos, cineasta y groupies. Una reacción justificable, por cuanto forma parte del ser humano ser comprensivo con el que le cae bien y exigente con el que no; porque el arte, a menudo, como el cine, no es como lo vemos sino como elegimos percibirlo; ya sea de forma más o menos consciente, de forma más o menos premeditada... o casual y fortuita. Accidental.
'Malditos basterdos' flojea en su conjunto porque carece de equilibrio, está deslavazada y es fatigosa, redundante y voluble, forzada más allá de los límites de la práctica narrativa; un ejemplo tan claro como el de 'Death Proof' de reiteración onanista de la anécdota de la que hace gala su autor. En ella se nos cuenta una historia fraccionada en cinco capítulos; cada uno de ellos funciona a su manera, de forma independiente, con sus propios ritmos y tiempos. En general, cinco no tan minipelículas que a decir verdad, funcionan en sus propios términos. Con independencia.
Pero hablamos de un largometraje, de un conjunto. Ahí cuando la suma de los factores arroja un resultado inexacto y no del todo satisfactorio. De ahí que, por ejemplo, en todo su extenso y engolado metraje sólo encontremos a un verdadero personaje, el de Hans Landa, mientras los demás no son más que toscos títeres caricaturescos sin volumen alguno. Muñecos sin alma ni corazón, cuya presencia en pantalla se resuelve por lo general con indiferencia efectista, al son de una historia sin más fondo ni propósito que el capricho ególatra del señor Quentin Tarantino.
Y es que 'Malditos basterdos' más que una película es una suma de escenas, evidente además por su estructura fragmentada, y además fracturada que al contrario de lo que ocurre en 'Pulp Fiction', no ayuda más que a evidenciar y realzar su inconsistencia disarmónica, manteniendo al espectador al margen de la acción; sin elementos a los que agarrarse que den cohesión e impulso al producto final: Un entrecortado y relamido pulp sensacionalista en el que uno entra y sale de forma tan recurrente que al final se abandona a una gracieta efímera que entraría y saldría sin dejar rastro... de no ser por Christoph Waltz.
Además, Tarantino deja de lado la narrativa constructiva y consecuente para evadirse por completo de la sensación de realidad (falsa o no), algo que por cierto no tiene nada que ver con su evidente falta de rigor histórico, algo absolutamente irrelevante (aunque sintomático). Con ello, el cineasta pierde (o renuncia) a algo que por lo general es inherente a toda buena producción cinematográfica, seria o no, y que por descontado, ya estaba presente en sus anteriores trabajos -incluso en 'Death Proof'-: Una sensación de verosímil y plausible certitud, aunque como en 'Kill Bill' fuera en sus propios términos.
En 'Malditos basterdos' todo huele a trampa y cartón; a una manipulación impostada que la reduce a una suerte de "flashmob" que va y viene sin mayor oficio y beneficio que ir y venir. A una película episódica que responde a los caprichosos designios de un niño mimado que no piensa tanto en su alcance, y a donde quiere llevar al espectador con ella como a sí mismo... y a una película indundada, casi absorbida por sus continuas referencias y guiños a otros filmes; hasta el punto de llegar a ahogarse.
Lo que le ocurre a 'Malditos basterdos', una película hecha a base de retazos de otras películas a las que eso sí, Tarantino les ha dado su propia capa de pintura. Un cineasta que recursos tiene de sobra, pero que tiende a hacer de la referencia sonambulista y de sus recuerdos de adolescente pajillero su forma de entender el cine, mientras hace equilibrios sobre la línea entre "inspiración" y "esclavitud", diluyéndose entre medias su inequívoco talento en favor de una personalidad esquizofrénica prestada.
Lo que ha terminado derivando en una producción desbordada y abrumada por sus excesos como su última película, y tal vez -con permiso de 'Death Proof'- la menos lograda, redonda y convincente. 'Malditos basterdos' es en su conjunto un ejercicio referencial vacuo y estéril; un claro ejemplo de reciclaje anquilosado; una pretenciosa muestra de conformismo condescendiente y autocomplaciente.
Cinco no tan minipelículas que si bien pueden funcionar de forma autónoma e independiente, más como ligeros sketches que como algún tipo de constructo dramático con algún peso, no terminan de encajar dentro de un largometraje al que entre todas le acaban haciendo un flaco favor. Como se lo acaba haciendo un Quentin Tarantino al que le pueda la pasión y el corazón más que el talento.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Spoiler
Los momentos cómicos son brutales, al igual que los violentos y/o dramáticos... en fin, como bien han apuntado si se intentase hablar de cada momento que me ha llamado la atención no podría terminar nunca, así que sólo destacar la notaza: 9'5/10
Malditos Bastardos es una pasada de principio a fin. Siempre con el sello Quentin. Soberbias actuaciones, diálogos chispeantes y de lo más ingenioso, maravillosa dirección de cámara, extraordinaria fotografía, ... Cada plano es una joya. No creo que los últimos tiempos exista alguien que haya dado más imágenes a la iconografía popular.
Y algo que siempre me ha flipado de Tarantino, su exquisito gusto musical, y su capacidad de combinarlo con las imágenes haciendo que algunas canciones y partituras hayan entrado en la Historia. En esta peli en concreto me parece increíble el uso que hace de la canción que David Bowie compuso para la película de El beso de la mujer pantera (1982). ¿Quién lo iba a decir en una película de la II Guerra Mundial? Pero a ver a quién se le olvidan esos planos de Mélanie Laurent maquillándose a ritmo de Bowie.
Dios que aburrimiento. Vaya bodrio. Aguanté hasta que empezó la historia del cine y comprobaban lo rápido que quema el celuloide. Bufff que tostón.