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Mr. Gilliam y sus locuras

Vía Festival de Venecia por 03 de septiembre de 2013
Y como viene siendo habitual, sin tiempo a recomponerse, llegó la siguiente jornada competitiva de la Mostra. Y con esta van cinco. Alcanzamos el ecuador de la 70ª edición del Festival de Cine de Venecia intentando superar el amargo hueco dejado por el maestro Miyazaki... y aguantando la respiración, porque sin más dilación entra en escena uno de estos -benditos- locos empeñados en suicidarse cada vez que encaran la producción de su nuevo trabajo. Terry Gilliam lleva dedicándose a esto desde prácticamente toda la vida y, claro está, a veces triunfa -y a lo grande- y otras se estampa que da gusto... Otras ni siquiera llegamos a ver lo que se traía entre manos, y nos vemos obligados a conformarnos con las -muy apetecibles- migajas en forma de making off. Lo que podría haber sido... pero no fue. Menuda sentencia.

Pero pase lo que pase, parece que el ex Monty Python nunca pierde la sonrisa y que, por muy mal que vayan las cosas (en su caso, han llegado a ir fatal), siempre consigue ver aquel tan cantado ''bright side of life'', extraer las buenas conclusiones de la catástrofe, levantarse de nuevo... y volver a lo suyo, esto es, indagar en lo onírico (en la locura, ¿por qué no?) para que al menos los más abiertos de mente puedan descubrir que el personalísimo mundo del cineasta americano es en realidad el nuestro, pasado, esto sí, por uno de los filtros del fantastique más desquiciadamente fascinantes. Y hasta aquí unas presentaciones que, siendo justos con el artista, sobraban. Perdón.

... Aunque no están de más si es para recordar el panorama (abonado por el propio artista, que conste) que tiene que afrontar Gilliam cada vez que presenta una nueva película. Los hay que esperan el acontecimiento con los brazos abiertos... los hay que van afilando los puñales. El que 'The Zero Theorem' haya cosechado tantos gestos de aprobación como de enojo entraba, para entendernos, dentro del guión. Un genio de los ordenadores (Christoph Waltz) vive regido por el mandato de un misterioso y tenebroso ente informático al que intentará desenmascarar a través de un alucinógeno -qué raro- viaje por el ciberespacio. Obviamente, el cacao mental está servido, aunque de nuevo hay que relativizar las quejas: a estas alturas ya debería saberse a lo que se va. El resto corre al gusto del consumidor. Por lo visto, las extravagancias de Gilliam al servicio de otro ''sentido de la vida'' rinden al máximo nivel, como hacía tiempo que no se veía en su carrera, lo cual es, por definición, excusa suficiente para sembrar la discordia. Como siempre con este director. Y qué suerte...

Por su parte, y para cerrar la Competición de hoy, el más joven, el más promiscuo y el más listo ha entrado otra vez en escena. Jóvenes de todo el mundo, mirémonos -o miraos- al espejo, y para mayor depresión, repitamos, en voz alta y autoflagelándonos: ''¡Xavier Dolan lo hizo antes que yo!'' El yogurín canadiense presenta, mucho antes que la amplísima mayoría del mundo mundial, su cuarta película, 'Tom à la ferme' (''Tom en la granja''), que lleva al entorno rural el -intolerable- drama de ser gay. La homosexualidad como -repitamos, bochornosa- condena es retratada por el cineasta de Montreal (quien, por cierto, y después del ''descanso'' de 'Laurence Anyways', da vida al protagonista de la historia) con sus habituales dosis de pasión y furia, confirmándose así que el más precoz de entre los precoces sigue con ganas de dar guerra.

Hablando de dar caña, fuera de la lucha por los grandes premios ha causado sensación el nuevo trabajo del gran documentalista Alex Gibney. El título, 'The Armstrong Lie' (''La mentira de Armstrong''), lo dice todo. Lo que originalmente debía ser un repaso de la vida y obra de uno de los mejores deportistas de la historia ha terminado convirtiéndose en la demoledora radiografía de uno de los seres más despreciables que se pueda imaginar. El telón de fondo (o la tesis principal, según como se mire) corre a cargo de ese asqueroso sentimiento tan generalizado en estos tiempos: el desengaño. Ruin, vil, despreciable... y un larguísimo etcétera. Ayer Hayao y hoy (?) esto, para cortarse las venas.

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