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'Exodus: Dioses y reyes': Tripas y prepucios

Vía El Séptimo Arte por 05 de diciembre de 2014

Si te lo cuento tal y como me lo han contado a mí... no me vas a creer. Imposible. ¿Por qué? Pues porque tanto tú como yo somos seres racionales cuyas creencias vienen determinadas, principalmente, por aquello que nos transmiten los sentidos, así como por los conocimientos adquiridos mediante procesos lógicos. Porque si te digo que mañana va a llover es porque previamente he llevado a cabo un estudio concienzudo de los patrones según los cuales se mueven variables medibles, tales como la temperatura, la humedad o la presión atmosférica. Por esto mismo. Me temo que si vengo ahora y afirmo que las probabilidades de lluvia son altamente elevadas porque así me lo han contado las entrañas del ganso al que acabo de destripar, creo sinceramente que lo mejor que podrías hacer, aparte de darme un par de buenos puñetazos, sería encerrarme en un manicomio. Sin rencores, que tengo las manos manchadas con la sangre del pobre animal. Me lo merezco.

Eso sí, si esto fuera el Antiguo Egipto, otro pato cantaría. Pues estaríamos tanto tú como yo amorrados a los intestinos del pajarraco, no sólo por el parte meteorológico, sino también por cualquier preocupación que en aquel momento rondara nuestra cabeza. Amor, dinero, trabajo... y por supuesto, las más altas cuestiones de Estado. Tiempos diferentes; tiempos más bárbaros, aunque no mucho más de los que corren ahora mismo. Tiempos en los que tiene lugar uno de los más populares relatos del Antiguo Testamento. El Éxodo es, básicamente, el largo, tortuoso y sufridísimo (por todo el mundo) camino de regreso al hogar del pueblo hebreo. De sobra conocidos son los episodios de la zarza ardiente, o el de las diez plagas, no sólo por su impacto conceptual, sino también dotan de sentido (si es que realmente lo tiene) a la historia. La pregunta que debemos plantearnos a continuación (pues no lo olvidemos, somos seres racionales) es si hay un nexo de unión entre estos highlights que den un mínimo de credibilidad (risas) al cuento.

Pues bien... Si te lo cuento tal y como lo he leído, seguramente creas que lo de la institución psiquiátrica no vaya a ser suficiente para retener a una mente tan rematadamente enferma como la mía. Eh, a mí que me registren, que en el libro venía exactamente así: ''Y sucedió que [en el camino hacia Egipto, a Moisés] le salió al encuentro Yahveh en el lugar donde pasaba la noche y quiso darle muerte. Tomó entonces Seforá un cuchillo de pedernal y, cortando el prepucio de su hijo, tocó los pies de Moisés, diciendo: "Tú eres para mí esposo de sangre." Y Yahveh le soltó; ella había dicho: "esposo de sangre", por la circuncisión.'' Textualmente. Palabra de Dios, nuestro Señor. Pero afortunadamente (o no), estamos en el siglo XXI, y -se supone que- el fervor religioso ha dejado de ser excusa suficiente para justificar la dedicación de nuestro valiosísimo tiempo y/o esfuerzo mental... Y salto temporal hacia atrás, hasta llegar, de nuevo, a la era de los faraones.

Ahí, Moisés frunce el ceño y poco después dibuja una leve sonrisa socarrona. Está presenciando un espectáculo de lo más -ridículamente- deplorable: por increíble que parezca, las maniobras militares del esplendoroso y orgulloso imperio al cual pertenece las está decidiendo una sacerdotisa especializada en (correcto) leer las tripas desparramadas de los gansos. A pesar de que en su carrera abunden los títulos apriorísticamente concebidos para el consumo del gran público, no menos cierto es que dicha circunstancia no ha impedido que Ridley Scott aproveche sus trabajos (sea cual fuere su naturaleza o destino) para reflexionar, con más o menos profundidad / acierto, sobre los temas que más le preocupan, siendo la mayoría de ellos de una trascendencia y complejidad que, en principio, no casan con el status clásico del blockbuster. 'Exodus: Dioses y reyes', a pesar de que huela a fracaso (no hay más que ver la poca convicción con la que sus responsables nos han vendido el producto), es una película que lo tiene todo para dejar huella en la taquilla.

Lo cual para nada implica que sus planteamientos y desarrollos tengan que ceder ante la supuesta (y bastante contrastada) imbecilidad de la gran masa de espectadores a los que están dirigidos. En este sentido, es de apreciar la inteligencia y la valentía con las que el cineasta británico se acerca a las Sagradas Escrituras, prescindiendo de una adaptación literal (algo de lo que estaba bastante más cerca el 'Noé' de Darren Aronofsky) para adoptar así una distancia crítica con respecto a un texto que, admitámoslo de una vez, ha quedado totalmente desfasado. El ''pie de la letra'' queda pues como una invitación demasiado evidente a un ridículo tan desconcertante (al prepucio del hijo de Seforá nos volvemos a remitir) como peligroso en cualquiera de las interpretaciones interesadas a las que se preste ahora la Biblia. La táctica a seguir consiste, entonces, en no apartarse del camino de la lógica más pura, para dejar así al descubierto la finísima línea que separa la locura, de la fe... y del fanatismo.

En otras palabras, ¿puede considerarse que Moisés fue un terrorista? ¿Pueden explicarse las famosas diez plagas que sufrió Egipto a través de una serie de improbables (aunque posibles) coincidencias científicas? 'Exodus: Dioses y reyes' deja que estos eventos, tan arraigados en el imaginario colectivo, se sucedan con el único puente de comunicación de estas preguntas tan existencialmente amargas. El problema, como en otras ocasiones con Ridley Scott, es que la -brillante- teoría se ve eclipsada por una puesta en escena que, simplemente, no llega a los mínimos exigibles. El pecado capital de la película yace en un error garrafal de cálculos: Sus más de dos horas y media de metraje (peligro) se dedican, en una altísima porción, a la construcción de unos personajes que, a la hora de la verdad, no pueden ocultar su alarmante falta de carisma, fruto ésta de la poca consistencia de un guion demasiado ocupado en cuestiones más elevadas a las que, igualmente, es incapaz de dar solución satisfactoria. Aunque, volviendo a poner los pies en la mundanal la tierra, podría hablarse también del malfuncionamiento (independiente) de algunas de las piezas, tal es el caso de un Joel Edgerton que tiene el dudoso honor de firmar una de las actuaciones más horriblemente apáticas de los últimos años.

El resto queda bajo la recurrente sospecha (casi marca de la casa del propio autor) de que en la sala de montaje se debieron verter, por enésima vez, muchas lágrimas (¿cómo se explica si no la presencia casi testimonial de Sigourney Weaver?)... y de que en la sala de reuniones se intercambiaron palabras muy malsonantes. Así, cuando los endiosados productores y el rey director de 'Exodus' se acuerdan de que lo que tienen entre manos es, al fin y al cabo, una superproducción, ya es demasiado tarde. El aburrimiento ya ha secuestrado el patio de butacas al completo, y ni todas las explosiones, maquetas destruidas y tsunamis de efectos especiales logran siquiera que llegue a vislumbrarse la posibilidad del rescate. ¿Vale con la espectacularidad iracunda (ahora digitalizada) del Antiguo Testamento? No, porque la técnica no sobrepasa los mínimos exigibles a una película de más de 100 millones de dólares... y porque ésta se encuentra, en todos los aspectos, sensiblemente por debajo de la mayoría de referentes bíblicos cinematográficos que ahora mismo vengan a la cabeza. Sí, incluso del 'Noé' de Aronofsky. Dios mío... habemus problema(s). Que alguien llame a la suma sacerdotisa, ¡que alguien desentrañe el jodido misterio de las tripas!

Nota: 4 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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