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Capítulo II - No importa el cómo, vender ES el arte

Vía Festival de San Sebastián por 25 de septiembre de 2017
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No es lo que tengas, sino lo que vendas. O más bien, el cómo lo vendas.

'C'est la vie' es lo nuevo de los responsables de 'Intocable'. Y ya está, ya tenemos la película vendida. Prácticamente en todos los sentidos. Por si aún quedaban dudas tras 'Samba', Olivier Nakache y Eric Toledano ratifican su humilde sumisión a lo que podríamos llamar la sonrisa cómplice del cine de masas. Humilde sumisión, o humilde preferencia. Nada malo, salvo que nos vendan lo contrario. Nada malo, salvo que nuestra conciencia se empeñe en lo contrario.

De fondo tres preguntas: ¿Qué esperar si no de los creadores de 'Intocable'?, ¿qué esperar del espectador tras un éxito de este calibre? y aún más importante, ¿cuándo sale Omar Sy?

La cinta no es sino lo que se nos vende: Un ágil, solvente, simpático y hasta ocasionalmente divertido pasatiempo modelado al gusto del consumidor, que no de un espectador sediento de algún tipo de reto. Y tras la sonrisa, el vacío, el olvido. Un filme podríamos decir que prefrabricado, por qué no, que no obstante funciona a la medida del producto que quiere ser, y vender. O sea, ofrece un precio justo y más que razonable.

Porque para desafiar al espectador ya están películas como 'Tres anuncios en las afueras de Ebbing, Misuri', la confirmación de un Martin McDonagh que a la tercera ofrece su filme más completo, más redondo, y posiblemente también, el más equilibrado. A pesar de ella misma, con pequeños deslices que no lo son tanto dentro de una obra condenada a la permanecer en nuestra cabeza como aquella escuela de pachachos que no había llamado, para nada, la atención de Homer Simpson.

No es fácil llamar la atención, como tampoco lo es una vida que siempre, continuamente intenta escapar a las directrices de los manuales de estilo. Aún más difícil es hacerlo sin que parezca que lo estás haciendo.

Un reparto estupendo. Un guión que emana inteligencia. Una dirección supeditada a la acción. Y una inercia argumental de cuya deriva uno duda hasta cuando no lo hace. Fiel a la costumbre familiar, McDonagh entreteje géneros, personajes y situaciones de tal manera que el espectador queda descolocado ante, lo dicho, la duda sobre el qué trata en realidad. Sobre si es un thriller o una comedia, sobre si el optimismo es un cuento chino o no hay motivos como para preocuparse.

Esa duda, ese beneficio de la duda que por más que uno quiere vender, es el público el que la tiene que comprar. Ese bendito beneficio de la duda que nos acompaña, lo queramos o no.

Difícil de vender, pero muy fácil de comprar. No como 'Call Me by Your Name', película de Luca Guadagnino más fácil de vender que de comprar. De momento, y para evitar malentendidos, digamos que se trata de una historia de amor... que hay añadidos que cuando uno ya es mayor, sobran, especialmente si atendemos a su carácter claramente romántico. El sueño de una noche de verano tras el cual uno se queda como si hubiera visto el sueño de una noche... de cualquier otro verano. El por qué de los añadidos, tal vez.

Y porque al fin y al cabo se trata de vender, que algo hay que vender. En esencia, tan correcta en todo que hasta al final cae en la molesta tentación de explicarse. Como si fuera necesario. Otra como 'Verano 1993' que pasa por delante para quedarse atrás, siendo su corrección no obstante su mayor gloria: la de dar el trato justo a una historia, la historia que retrata con tanta dignidad y convicción como para que uno se sienta mal por no sentir nada más que respeto.

Respeto por un trabajo bien hecho, y apreciable, pero por el que tampoco hay que vender la moto.

Continuará...


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Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex

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