La perennidad del genio
Hará ya unas cuatro décadas, un mocoso llamado Park Chan-wook asistía cada domingo, acompañado por su familia, a la iglesia. Allí atendía al sermón sin armar alboroto, y cuando llegaba el momento, se quedaba atónito ante una escena a la que le daría vueltas durante mucho, mucho tiempo. Resulta que, justo antes de dejar que todo el mundo volviera a casa, el...