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'Big Hero 6': El gigante hinchable

Vía El Séptimo Arte por 19 de diciembre de 2014

Tiempo ha pasado desde que la Disney se cansara de tanto jugar (y perder) en aquello en lo que siempre había mandado tan contundentemente. Hablamos del dominio de la pantalla grande, a nivel mundial, por supuesto a través de la animación. Las reglas del juego cambiaron, casi de un día para otro, con la irrupción de un monstruo que se escondía bajo la inofensiva apariencia de una lámpara de flexo saltarina. Empezaba así el reinado (más bien tiranía) Pixar, que entre muchas otras cosas, dejaría al descubierto las -flagrantes- debilidades y carencias de sus adversarios. Tocaba renovarse o morir... o poner en práctica aquello de "Si no puedes con el enemigo..." cómpralo. Como se ha dicho, Mickey se cansó de perder, de modo que se hizo con la carta más poderosa que en aquel entonces estaba sobre la mesa. A ésta podría ponérsele el nombre y el apellido de John Lasseter, claro, pero contando también con toda la cola que éste traía tras suyo (no precisamente corta, al irrevocable proceso de digitalización, por ejemplo, nos remitimos). Y efectivamente, cambiaron las tornas.

Cuando están a punto de cumplirse nueve años de aquella sonada absorción, y a juzgar sobre todo por los últimos trabajos producidos en ambos bandos, no es de extrañar que los más nostálgicos (es que el tiempo pasa muy rápido...) de aquella imparable factoría de milagros cinematográficos hayamos decidido mirar más hacia los que antes eran casi los últimos y ahora, lecciones bíblicas aparte, son los primeros. Éstos (es decir, la Disney, para evitar confusiones) recuperaron del olvido una práctica la mar de saludable que, de hecho, ya había sido recuperada anteriormente por la Pixar. Aviso a los despistados: a la sala de cine hay que llegar a tiempo y con las necesidades hechas. De no ser así, se corre el riesgo de perderse, dígase ya, la mejor parte de la función. Acordémonos de, por ejemplo, de 'Día y noche', 'La luna', 'Lifted', 'Get a Horse!' o 'Paperman'. En esta ocasión, el telonero de lujo se titula 'Feast', lo cual, (mal)traducido al cristiano, nos lleva a 'Buenas migas'.

Da igual. Compramos. Más aún cuando comprobamos lo bien que luce el cel shade en la gran pantalla. A través de un endiablado encadenado de elipsis, Patrick Osborne lleva a la máxima literalidad el dicho de ''Eres lo que comes''. El protagonista, un cachorro callejero que encontrará un nuevo hogar, el espíritu del cual (y el de sus ocupantes, claro) vendrá determinado por los manjares que ahí se sirvan. Poco más de cinco minutos, y ante nosotros, un reflejo muy preciso de aquella frescura, desparpajo y originalidad (en los conceptos planteados y desarrollados, en la narrativa...) que hicieron de la marca Pixar algo mucho más grande que un mero sello comercial. Todo esto, no lo olvidemos, en manos ahora de la Disney. Lo mejor: ¿A quién le importan los entresijos de la propiedad intelectual cuando los únicos beneficiados somos los auténticos propietarios (es decir, nosotros, los espectadores) una vez la obra se ha estrenado oficialmente?

Y se acabó el tiempo. Genial. Empieza, ahora sí, lo prometido. 'Big Hero 6' dirigida por Don Hall y Chris Williams (corresponsable, éste último, de la muy reivindicable 'Bolt', ni que sea por significar el punto de inflexión en la inversión de las tendencias triunfales / derrotistas de la Disney / Pixar), transcurre en la ciudad ficticia de San Fransokyo. El juego de palabras es tan obvio como clara la exposición de intenciones. Estamos, obviamente, ante una superhero movie (que como tal, exigirá que estemos atentos tanto a la escena post-créditos como al -genial- cameo de Stan Lee de rigor... cosas de la era Marvel, sí); una decidida a rendir homenaje a los dos pilares sobre los que se erigen las tendencias más modernas (?) de este entretenimiento tan universal. En la costa oeste de occidente (pongamos, San Francisco), tenemos el comic; al otro lado, es decir, en la costa más oriental del Oriente Lejano (Tokyo, ¿por qué no?) nos topamos con el manga. En medio, un chaval prodigio llamado Hiro, que se divierte participando en luchas de robots.

Hay, en esta propuesta, mucha inteligencia. Quién sabe si demasiada. Y es que 'Big Hero 6' es, a escala microscópica, un compuesto en el que todos los átomos y moléculas, con sus respectivos enlaces, hacen alarde de una alineación tan simétrica que jamás podría haber sido concebida en la naturaleza. Es, claramente, el fruto de muchas horas puestas en un laboratorio avanzadísimo, en el cual se presencian, día sí, día también, maravillas que asombrarían hasta al más incrédulo. Lo que pasa es que el entorno sigue siendo un frío amontonamiento de maquinaria. Precisa y sofisticada, sí, pero recordemos, esta metáfora habla de máquinas. En la que ahora nos concierne, todas sus piezas funcionan de maravilla. La comedia, el drama, la ternura, la acción, los traumas... nada que reprochar al impacto de cualquiera de estos factores. No obstante, se suceden con tanta perfección, que da la sensación de que la historia (irremediablemente esclava de la previsibilidad más absoluta) es el fruto de la aritmética más implacable... y ya de paso, que San Fransokyo sea, más que nada, la clave para abrir las puertas a los dos grandes mercados a ambos lados del Océano Pacífico.

La sospecha (que para ser justos con el producto, jamás llega a concretarse en algo más sólido) planea constantemente, seguramente en parte debido a la herencia mercantilista de la Disney, la cual, como ha quedado latente en tantas ocasiones, puede comprar hasta el intangible del talento. 'Big Hero 6' va sobrado de esto, tanto como carisma todos sus personajes. En especial, por supuesto, este pequeño y torpón gigante llamado Baymax, que no sólo se convierte en la excusa para una incursión técnicamente modélica en el inabarcable universo ''nerd'' (aunque cada vez menos, de nuevo, benditas majors...) de los súper-héroes, sino que además se reivindica como el vehículo ideal para que el género tire de las actualizaciones que hagan falta, con tal de convertirse así en una espectacular plataforma multiusos. En este sentido, el juego constante de carcasas propuesto por Hall & Williams, consigue que, a pesar de la infinidad de cables, chips y circuitos cerrados que lo componen, creamos de nuevo (aunque sólo sea un poco) en la idea tan cálidamente humana de la amistad como la mejor cura a los males del alma.

Entonces, ¿esto es Disney? ¿Es Pixar? ¿O qué? El diagnóstico, de momento, es inconcluyente... lo cual no quita que, de momento, también (y a la espera, al menos, de la reaparición de Pete Docter), este híbrido (que es lo que es) sea una solución más que satisfactoria.

Nota: 6,5 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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