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'Saint Omer. El pueblo contra Laurence Coly' - Dura lex, sed lex

Vía El Séptimo Arte por 03 de marzo de 2023
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Siempre se agradecen y respetan apuestas tan decididas y consecuentes como la de 'Saint Omer. El pueblo contra Laurence Coly', aunque a los ojos de uno puedan resultar obtusas y/o fallidas. Como es el caso. Es lo que tiene apostar: Se puede ganar, o se puede perder. Pero se agradecen y respetan porque cuanto menos, intentan y/o proponen algo que se escapa a la habitual deriva rutinaria del cine comercial.

El planteamiento de Alice Diop recuerda al de 'Tribunal', la por ahora única película del indio Chaitanya Tamhane. Ambas son ejercicios de observación que rehúyen en gran medida de lo estético y lo retórico para centrarse únicamente en la ética. Sin disimulo alguno, Diop se oculta tras la palabra y sitúa al espectador como un miembro más del jurado, al que sin embargo le sirve un mazacote sin carga alguna de profundidad.

Diop despoja a una película monótona, densa y excesivamente redactada de su condición de ensayo cinematográfico. La deja a merced, o a expensas de un rutinario guión obsesionado en subrayar con impasible y austera frialdad la condición judicial (im)parcialmente incorruptible del relato, en una crónica pormenorizada en donde cada coma puede parecer tan relevante como tan poco puede acabar importando.

Es una película que abrazará mucho público por su valentía hablando de lo materno o por la fiereza con la que se planta delante del concepto de la justicia, pero su zozobra viene precisamente por su exceso literal de intensidad y la práctica ausencia de artimañas audiovisuales. Los testimonios son largos, redundantes y bastante deliberados en la tarea de condicionar al espectador de manera claramente disimulada.

Los dramas judiciales funcionan porque accesibilizan imposibles mediante una épica elocuente y refinada, haciendo en muchos casos digeribles según que procesos en base al pragmatismo y eficacia narrativas. Si para eso se usa una lógica exagerada hasta el punto de tener que romper la cuarta pared en el momento clave del clímax, el efecto resulta contrario, pesado, aburrido y lamentablemente hasta antipático y repelente.



Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex


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