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'Sirat' - Lo que peta: Trance (o no) en el desierto

Vía El Séptimo Arte por 30 de mayo de 2025
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Sé que he visto 'Lo que arde', la anterior película de Oliver Laxe. No recuerdo absolutamente nada de ella, pero tengo muy presente la impresión de su visionado: La de ser un coñazo, por decirlo así, sin subterfugios. Puede que con según que valores cinematográficos nada desdeñables que hacen de ella una obra "interesante". Pero en líneas generales, un previsible... coñazo.

'Sirat' reafirma a Laxe como cineasta y autor, y supone sin duda un salto de calidad, siendo una obra (relativamente) igual de insulsa de una manera más inconsistente e inestable pero al mismo tiempo, también, más rotunda. Y sobre todo provocativa e indeleble. Por más que sobre ella siga sobrevolando la misma latosa sensación de "¿y todo este rollo para qué?" de 'Lo que arde'.

Normal, hablamos de un cineasta con una marcada personalidad. De claro cine de autor, alternativo y consecuente, siendo que quizá no se trate tanto que nos pueda gustar como de poder encajarlo. Cuestión de sensibilidad, o de gustos. No hay duda de sus buenas intenciones y maneras, de su originalidad o de su integridad. Pero cuesta entrar y mantenerse; y cuesta entenderla.

Quizá sea cosa mía, que tras una hora rozando la pesadez no pude evitar soltar una carcajada en el momento en el que filme, dramáticamente, se parte en dos. Cierto es que a partir de dicho momento 'Sirat' encuentra cierta gracia, aunque no sea esta la palabra más acertada. O tal vez sí... cuestión de sensibilidad, o de gustos. A lo mejor todo se resume en poder (o aceptar) dejarse llevar.

En que hay películas que no se explican, se viven (o se padecen en el intento). Entrar o no en trance, ya sea en el desierto o en otra parte. 'Sirat' cuenta con valores cinematográficos nada desdeñables que no evitan (o acentúan) que se trate de un filme quebradizo, y con una segunda mitad que mete al cinéfilo incauto en el apuro de no saber cómo calibrar la relación amor-odio.

Porque lo fácil sería amarla u odiarla, así, sin más; como tan fácil es despachar 'Lo que arde' con un simple "coñazo". Ya sea dejarse llevar (o perecer en el intento), lo que propone Laxe es algo más complejo y esquivo. Sobre todo esquivo para quien no la ame o la odie; para quién sea consciente en todo instante que no es ni una película ni un viaje, sino todo lo contrario.

Es la relativa grandeza de 'Sirat', su singularidad. La de ser una singularidad, virtualmente única, desafiante y del todo inconfundible. Relativa, porque su condición, dejando de lado el sumo respeto que merece cualquier obra con el estatus de "singularidad", no va en paralelo con el disfrute, el impacto o la emoción. O tal vez, quien sabe, sea precisamente por eso mismo.

Porque a diferencia de por ejemplo 'Viaje de fin de curso: Mallorca', uno no tiene claro cómo se supone que debe reaccionar. Y eso, guste más o menos, resulta bastante estimulante, ya sea en el desierto o en cualquier otra parte.


Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex

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