'La casa al final de la curva' - El hombre y su circunstancia

Vaya por delante: 'La casa al final de la curva' tiene poco o nada que ver con el 'Crash' de David Cronenberg. Por suerte cabe añadir, aunque sus protagonistas desarrollen una similar obsesión por los accidentes de coches...
La película nos presenta a Josh McCall, un hombre convencional que parece tener la vida encarrilada. Pero tiene una sensación de vacío constante. Es como si algo le faltara. Todo cambia cuando varios coches se salen de la cerradísima curva que hay justo enfrente de su casa y empieza a obsesionarse con salvar a las víctimas de los accidentes....
'La casa al final de la curva' no es solo un drama psicológico, sino también una oscura sátira sobre la frágil naturaleza de la masculinidad actual y la naturaleza de la heroicidad; sobre si Josh es una aberración o un producto de la sociedad actual. No pretende ser un juicio moral, sino un retrato realista de la lenta e inexorable caída de este hombre.
Un hombre que se esfuerza por darle sentido a su vida en plena crisis de la mediana edad. Ha ido cerrando fases vitales, como advertía Tyler Durden, por inercia y medio adormilado, y el primer accidente le despierta de sopetón. Cuando su jardín se convierte en un punto negro, se plantea, por primera vez en su vida, quién es o quiere ser.
Y así durante poco más de 100 contenidos minutos de sostenida calma tensa durante los que seguimos a un estupendo Ben Foster que, poco a poco, muy poco a poco es consumido por su obsesión. En voz baja y sin grandes alardes. De manera cotidiana, plausible. Como si fuera la vida misma y en cualquier momento fuera a explotar...
'La casa al final de la curva' no es una película en la que pasen muchas cosas. Como en el 'Crash' de Cronenberg, poco más que un hombre que se obsesiona con encontrar el sentido de la vida, de su vida en los accidentes de coche. Como espiar a un vecino a través de la ventana, alimentado por la incertidumbre y el morbo de saber si pasará algo.
O qué.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex