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'Nada que declarar': Y nada que objetar

Vía El Séptimo Arte por 07 de abril de 2011

Tras el evidente bombazo que supuso 'Bienvenidos al Norte', aunque más a nivel comercial que a nivel artístico, no parece que hubiera necesidad alguna ni excusa posible que pudieran tentar con la idea de cambiar siquiera un ápice más de lo necesario las maneras puestas en práctica en aquella: porque si algo funciona, ¿para qué cambiarlo? Y si no que se lo digan a Santiago Segura, sin ir más lejos, quien sabe seguir exprimiendo a su José Luis Torrente con el aparente beneplácito de un público español que le otorga el éxito comercial que, por costumbre, le niega al resto del cine patrio cualesquiera sea la propuesta, ya sea mejor o igual de mala, algo que sería interesante analizar en una producción que sin embargo y visto lo visto no iría nadie a ver si no fuera por el invento de "los mayores de cine". En fin.

Danny Boon, principal responsable tanto delante como detrás de las cámaras de aquel gran éxito de nuestros queridos vecinos, dicho sea de paso con algo de ese sarcasmo que Sheldon Cooper no creo que pudiera pillar, reincide en lo mismo aun sin ser lo mismo, le añade leve retoques y al igual que la cabra siempre tira hacia el monte él apunta hacia las mismas claves, poses y maneras explotando en este caso las fricciones culturales entre los franceses y los belgas a través de dos agentes de la aduana, uno a cada lado de la frontera, que asisten impotentes a principios de 1993 a la desaparición de las fronteras europeas, una decisión que permitirá tanto a los gabachos como a los belgas la libre circulación a ambos lados de la frontera con todo lo que ello conlleva. No obstante, y como suele pasar en el cine, es peor el remedio que la enfermedad, y ambos se verán obligados a colaborar en el reducido espacio de un Renault 4L. ¡Mon dieu!'Nada que declarar', 'Rien à déclarer' en su versión original, viene a ser una comedia tan amable, ligera e inofensiva como lo eran 'Bienvenidos al norte' o 'La casa de tus sueños', 'Bienvenue chez les Ch'tis' y 'La Maison du bonheur' respectivamente y como suenan en francés, los dos títulos previos como director de este humorista galo al que por cierto seguimos esperando a verle en 'Micmacs à tire-larigot', lo último de Jean-Pierre Jeunet cuyo fracaso comercial en Francia parece haber limitado su alcance internacional, y que puede evidenciar que a veces no es tanto el éxito de un nombre como el de un personaje, explicación que vendría a justificar, en nuestro país, el fracaso de 'El gran Vázquez' en contraposición del éxito de la ubicua 'Torrente IV'... o tal vez no, y tan sólo sea casualidad. Boon, en su faceta como director, ha sabido desarrollar con sólo tres películas un de momento eficaz estilo personal un tanto impersonal, valga la contradicción, que hace de la más pura sencillez su razón de ser, dejando cancha ancha a los actores para que disfruten de sus minutos de gloria delante de la cámara recitando las líneas de unos libretos tan ajustados como correctos que buscan, de inicio y en última estancia, no más que la simpatía por encima de la sonrisa, de clara voluntad popular y que se sirven del intento universal por darle la vuelta a los clichés, tópicos y manías propias como forma de empatía con el espectador. Y de momento el invento le funciona, sin florituras pero le funciona... de momento.

Sin embargo, en el más bien funcional cine de Boon, quien vestido de uniforme perfectamente podría valer como la reencarnación actual de aquel mito galo que fue Louis de Funès, no existe una verdadera mala leche ni un aparente interés en ir más allá de la broma superficial, de explotar el concepto por debajo de la apariencia, por lo que al margen de su bienintencionado y modesto propósito carece de un sentido mayor que dote de solidez, solvencia o transcendencia a una retahíla de chistes no siempre efectivos o inspirados, una falta de valores artísticos que, fuera del momento, dificultan en mucho que sus propuestas vayan a tener la oportunidad de dejar huella en la historia del cine más allá de sus récord de taquilla en el lado galo de la Unión Europea. Sus intenciones son tan válidas como apreciables y se le reconoce el mérito de que el humor no se diluya en el mensaje, algo que por ejemplo si le ocurría a la reciente '¿Para qué sirve un oso?'. Además, y mayormente, el film acierta a validar sus metas con gestos firmes dejando que su no muy extenso metraje se desarrolle sin mayores problemas y cierta regularidad ante nuestros ojos, algo que permite que obviamos detalles como que le sobren quince minutos de metraje, de que se haga evidente la función de relleno de una subtrama criminal que aporta más bien poco, de la forma de resolver según qué escenas saliéndose por la tangente sin mucha elocuencia o convicción, o de que sea predecible, previsible y hasta cierto punto tópica. Ninguna de estas es suficiente para hundir un barco en el que la principal molestia viene causada no ya tanto por el propio film, y al igual que ocurría con 'Bienvenidos al Norte', sino por su desmedido impacto comercial que nos hace creer que existe algo más de lo que hay: una digna comedia para pasar el rato y poco más.

Aunque se han retocado y/o variado algunos detalles, en el fondo 'Nada que declarar' viene a ser lo mismo que su popular 'Bienvenidos al Norte', cinta que permitió al nombre de Boon cruzar la frontera pirenaica. Boon ofrece el mismo enfoque a un nuevo choque de culturas retratado en clave humorística, donde se mantiene el mismo modelo de gag en torno a los acentos, las lenguas, las costumbres y los clichés de cada uno de los dos bandos enfrentados, si acaso haciendo demasiado hincapié en el un tanto exagerado bando belga, todo ello adornado por un ecléctico elenco de secundarios que permitan tapar las juntas de un material que en caso de ser sueco sería más propio del Ikea que de una película. Su visionado en nada molesta y resulta un tanto improcedente criticar duramente una propuesta con tan buen corazón, para nada perfecta ni mucho menos memorable, pero cuyo espíritu alegre ayuda a sobrellevar durante su metraje una gloria pasajera que si bien nos permitirá recordarla con una sonrisa cuando dentro de unos años nos la encontremos en cualquier canal digital, esta no será suficiente como para que al mismo tiempo no cambiemos de canal.

Nota: 6

Por Juan Pairet Iglesias

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