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'Baby Driver' no es la excepción que confirma la regla: Es, a los puntos, tan disfrutable como las cuatro películas anteriores de Edgar Wright; esto es, la trilogía del Cornetto y 'Scott Pilgrim contra el mundo'. Bueno, casi casi tan disfrutable... y es que el cineasta británico se gusta tanto como tanto le cuesta rematar sus películas.
Algo ya presente en sus cuatro anteriores películas, aunque no tanto como en 'Baby Driver': Una película que gusta y se gusta más como concepto, que como película. Como concepto mola mucho, más de lo que mola como una película terca que se acaba haciendo larga y un pelín pesada. Porque a Wright le cuesta rematar sus películas.
Algo que empieza a pasar factura con esta 'Baby Driver', con la que a Wright se le va aún más la mano tanto con el guión, que podría haber sido más conciso y directo, como con su ansías por molar y ser guay, lo que le impide ser más práctico y eficiente. Y es que a Edgar Wright le gusta regodearse, ser su mayor y más complaciente fan.
Algo que no tiene por qué compensar, pero que lo compensa con su energía y buen rollo contagiosos. Con la frescura y alegría de quien, como su mayor fan, se divierte haciendo lo que hace: Divertimentos como 'Baby Driver' que aspiran a molar y ser guays, no tanto a funcionar como respetables películas (con o sin complejos) de autor.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex