¿Sabes esa sensación cuando estás en una habitación rodeado de gente que parece más inteligente que tú? Ya sea por la ropa, por la compostura o por la forma de expresarse, más refinada y elegante, usando palabras que la gente de barrio ni conoce, sin alzar la voz como en una barra de bar y con una autosuficiencia y superioridad moral más o menos implícitas. A veces uno se pregunta si la gente que parece más inteligente lo es de verdad, o tan sólo lo parece porque ellos mismos creen o se convencen que lo son.

'Caza de brujas' es esa habitación. Un drama adulto, maduro y en apariencia atrevido, perspicaz e inteligente en el que "no todo tiene por qué hacerte sentir cómodo". Es como estar en esa habitación, sin abrir la boca e intentando pillar el hilo de la conversación. Una conversación refinada, aguda y elegante que a uno le resulta amena e intrigante; una conversación que uno sigue con interés, porque, las cosas como son, es una conversación refinada, aguda y elegante. O al menos lo parece. O al menos se comporta como si lo fuera.

'Caza de brujas' es esa habitación. Y esa conversación que a uno a pesar de las apariencias, los modales y las palabras le ha dejado igual. Como en el Congreso: Parece que se habla mucho pero a la hora de la verdad se dice poco; y aún se avanza o profundiza menos. Las únicas diferencias con una barra de bar son los trajes, las formas y el precio de las cañas. Se agradece el debate, que se ponga el dedo en la llaga o centrarse en las personas y no en el sensacionalismo. Pero no hay mucha diferencia entre 'Caza de brujas' y el Congreso.

En ambos casos se trata de aparentar más que de hablar, de una pantomima más que de política. La última película de Luca Guadagnino es interesante, pero está demasiado empeñada en parecer inteligente y compleja; en darse aires de importancia. Es apreciable que dentro de lo que sería una relativa producción comercial, se atreva a cuestionar el pancartista discurso oficial y a transitar por la controvertida duda de lo que no tiene por qué ser ni blanco ni negro. Y que lo haga desde un respeto humanista hacia sus protagonistas.

Pero también molesta que su pomposidad y pedantería no vaya acompañada de una auténtica agudeja o elocuencia. Y es que 'Caza de brujas' es una película un tanto farragosa y confusa, llena de artificios y tan pretendidamente críptica que al igual que un político en el púlpito del Congreso, parece estar de cara a la galería. Demasiada tibieza y vagueza, demasiada filosofía que parece disponer una cortina de humo ideal para no tener que responder, ni tampoco para entrar a resolver un relato que cuando termina, termina sin más.

¿Sabes esa sensación cuando estás en una habitación rodeado de gente que parece más inteligente que tú y que no parezca haber una diferencia sustancial? 'Caza de brujas' es esa sensación: La de estar en una habitación con gente más inteligente que tú y salir decepcionado porque no te han iluminado de ninguna manera. Asistir a un debate en el Congreso y constatar que aquello es un paripé, de muy buena apariencia y presencia; pero un paripé inconcluyente que no busca profundizar en ninguna materia, sólo hacerse una foto.

O al menoe es lo que parece.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex

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