Mi crítica de 'Cazafantasmas: Más allá' se titulaba "Atrapada por su pasado". Aquella película fue dirigida por Jason Reitman, quien además la co-escribió con Gil Kenan, el ahora director de 'Cazafantasmas: Imperio helado'. Dado su aparente éxito se trata, por lo tanto y de forma evidente, de una secuela continuista que podríamos decir que hace hincapié en sus mismos argumentos. Lo que funciona no se toca; al menos, hasta que deje de funcionar... 

La franquicia tiene más de marketing que de película, más de nostalgia que de cine. Y eso sigue sin cambiar a pesar de la primera hora larga de la mencionada 'Cazafantasmas: Más allá'. Ya se vió como fueron recibidas en 2016 las 'Cazafantasmas', la entrega más divertida, entonada y en cierto sentido alternativa de la saga. Se trata, en resumen, de estirar el chicle y por descontado, sacar tajada de ello. Se trata, en la práctica, de vivir de las rentas.

Vaya por delante una cosa: Es posible que los fans más incondicionales la disfruten. Porque por valer, puede valer. Es distraída, y aunque siempre está prometiendo más de lo que ofrece al mostrarnos melones que nunca se atreve a abrir, en el peor de los casos podemos decir que es... correcta. Tiene algún momento, la nostalgía, algunos intérpretes simpáticos, efectos especiales decentes y sabe qué quiere ser y a donde quiere ir. Ni que fuera Shakespeare.

Ahora bien, al igual que (al final) la anterior está "atrapada por su pasado". Por un legado que actúa como un ancla que, por voluntad propia, no le permite avanza hacia ninguna parte. 'Cazafantasmas: Imperio helado' se podría decir que es un producto reciclado en el que de principio a fin no pasa nada sustancial. Un aventura episódica equivalente a un capítulo de relleno de una serie de 22 episodios semanal que si no hemos visto nos quedamos igual.

Ni hay ambición como película o producto, ni tampoco interés por desarrollar o ampliar el mundo la saga. Tan sólo más personajes irrelevantes a los que cada vez hacer menos caso. Y aunque 'Cazafantasmas: Imperio helado' pueda valer como una distracción ligera, condescendiente y cómoda de tintes familiares, uno sale vacío e inanimado del cine tarareando una canción de hace 40 años mientras en 40 minutos ya ha olvidado incluso en donde ha estado.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex