Lo fue a la primera, y obviamente, lo vuelve a ser a la segunda, aún más si cabe: 'Dune: Parte dos' es todo un espectáculo audiovisual. El tipo de producción que define lo que conocemos como "experiencia cinematográfica", el tipo de producción por el que existen la salas de cine. El tipo de producción por el que merece ir a una (buena) sala de cine y dejarse llevar. O más bien arrastrar. 

Su desierto. Su Arrakis. Su Dune.

El de un Denis Villeneuve haciendo y deshaciendo a su gusto de la misma manera que lo hubiese hecho Christopher Nolan, siendo que esta "parte dos" (de al menos tres) comparte muchas de las bondades y de los vicios del cineasta británico. Ambos juegan en la misma liga, la de los blockbusters inteligentes pero sobre todo, arrolladores. 'Dune' arrollaba, la segunda aún más si cabe. 

Arrolla, más su prepotencia no deja otra alternativa. Se siente importante, grande, relevante, dominante, intimidante. Villeneuve te coge de la pechera y te empuja contra la pared. Al igual que Nolan ha venido para salvar el cine, al igual que Nolan parece que lo ha inventado. Y al igual que Nolan, sus múltiples aciertos y sobre todo su talento enmascaran sus carencias y flaquezas.

'Dune: Parte dos' es más, en todos los sentidos. También en los no tan buenos, el de una narración embarrada y deslavazada, demasiado críptica, e incluso por momentos confusa donde apenas hay tiempo para el desarrollo de personajes, buena parte de ellos cameos extendidos. Como el de Florence Pugh, al igual que en 'Oppenheimer' haciendo de botijo (aquí más y mejor vestido).

Y es que 'Dune: Parte dos' quiere abarcar tanto que aprieta poco. Con mucho estilo y un poderío audiovisual incontestable y a decir verdad, realmente fascinante. Pero a nivel dramático le falta hondura y sobre todo explicarse mejor. O de manera más directa, clara o sencilla y no tan farragosa; tan grave; tan solemne. Tan autoconvencida de su grandeza como los Harkonnen.

Y todos sabemos que esos no acaban bien.

Algo ya se veía venir: 'Dune' ya iba de más a menos, con una segunda mitad algo desaliñada respecto a la primera lastrada, además, por la deriva de la historia y la evidente ausencia de un auténtico clímax... como sin ir más lejos vuelve a pasar con 'Dune: Parte dos', el puente inconcluso e inconcluyente entre un origen y un destino que ni le pertenecen ni puede hacer valer como suyos.

Sí, percibo 'Dune: Parte dos' como una relativa decepción. Su dinámica entrecortada complica dejarse llevar con la rotundidad de su primera parte, y a pesar de sus constantes hallazgos, la mayor parte se concentran en su exquisita parcela ornamental y accesoria, siendo que la vertiente dramática y emocional se muestra algo fría, burda, y en gran medida anecdótica, incluso estéril.

'Dune: Parte dos' se quiere mucho, aún más que una primera parte respecto a la que supone una apuesta mayor pero menos refinada y eficiente. Sigue siendo una gran película y todo un espectáculo audiovisual que incluso dentro de su imperfección define a la perfección lo que podemos considerar la "experiencia cinematográfica". No hay fotograma que no se sienta puro arte fílmico.

Ahora bien, de igual modo que podemos disfrutar más del dibujo de un niño que de un cuadro del Museo del Prado, a 'Dune: Parte dos' le pesa en contra que Villeneuve parezca estar haciendo la película para sí mismo más que para el público. Porque a diferencia de una primera parte menos confiada e inestable, la segunda resulta más admirable (e intimidante) que disfrutable.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex