'Laberinto en llamas' - Capitán McConaughey

Es un auténtico drama que 'Laberinto en llamas' no se haya estrenado en salas, allí donde sus indudables virtudes hubieran opacado (aún más) sus posibles defectos...
Más de diez años después, 'Laberinto en llamas' nos devuelve a un Paul Greengrass algo deslucido en títulos como 'Jason Bourne' o 'Noticias del gran mundo'. Los más de diez años transcurridos desde el estreno de 'Capitán Phillips', película también basada en hechos reales con la que 'Laberinto en llamas' tiene mucho en común. Cambia el barco por un autobus, los piratas por fuego y a Tom Hanks por Matthew McConaughey, un tipo también ordinario envuelto en una situación extraordinaria, peliaguda y sobre todo... intensa.
Una intensidad que combina muy bien con el estilo vibrante y nervioso de Greengrass, quien como ocurría en 'Green Zone: Distrito protegido' o la citada 'Capitán Phillips' acompasa la narrativa con una constante sensación de asfixiante e inquieta urgencia; prácticamente de principio a fin, sin concederle a McConaughey -ni al espectador- apenas un momento de respiro. Con el fuego siempre acechando en la oscuridad, 'Laberinto en llamas' se caracteriza por esa ardiente, caótica y contundente visceralidad impresa en cada fotograma.
Greengrass plantea la historia desde una perspectiva general para centrarse gradualmente en este autobus, dueño y señor de la segunda mitad de una película hiperrealista, además de acalorada. Aquí se viene a sufrir, ya desde unos primeros compases que tardan poco en prender la mecha. Un comienzo fulgurante que puede traer consigo la sensación de que el filme va de más a menos; una sensación alimentada, a su vez, por como la propia película va centrando y reduciendo su interés a lo que ocurre en este "autobus perdido".
Y no más que este "autobus perdido" mientras "toda California arde".
Puede ser, toda vez que Greengrass esprinta en lugar de andar, un vigor que es aún más difícil mantener ante una amenaza reiterativa y repetitiva como es el fuego. "Oh mai god" suelta continuamente America Ferrera a lo largo de este final de etapa de dos horas, tan frenético y caótico como a la vez claro y conciso. Una película de catástrofes como podían ser 'Un pueblo llamado Dante's Peak' o 'La tormenta perfecta', pero no tan contenida y envuelta en la vivida, feroz y creíble sensación de urgencia y nerviosismo característicos de Greengrass.
Un Greengrass que recupera el buen pulso, no tan perdido pero si algo oxidado con una película que como las de Christopher Nolan arrolla al espectador. Por algo a Nolan le gusta estrenar en salas, por algo 'Laberinto en llamas' también debería de haberse estrenado en salas: Allí donde sus indudables virtudes (y notables efectos especiales) hubieran opacado aún más sus posibles defectos... posibles defectos que no deberían de empañar una experiencia inmersiva tan vibrante y convincente como honesta y consecuente con su planteamiento.
El de que no deja de ser una película de catástrofes cuyo título original advierte de un "autobus perdido". 'Laberinto en llamas' también le pega, si bien tal vez transmite una amplitud que sin embargo acaba reduciéndose a un hecho muy concreto (dentro del fragor del caos). Una notable película de catástrofes cuya relativa obviedad se ve compensada por la determinación, energía e intensidad de un Greengrass que, al igual que en 'Capitán Phillips', también se hace fuerte en el retrato humano de su protagonista: Una persona antes que un héroe.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex


