'Playa de lobos' - Dos extraños en una playa
En 'La huella', Laurence Olivier y Michael Caine mantenían un duelo dialéctico e interpretativo, de ingenio y manipulación como el que ahora mantienen Guillermo Francella y Dani Rovira en 'Playa de lobos'. Javier Veiga no es Joseph L. Mankiewicz, del mismo modo que Francella y Rovira tampoco son Olivier y Caine. Estamos de acuerdo, sí.
Más, no por ello 'Playa de lobos' deja de ser un buen remedo. Uno bastante juguetón, divertido y altamente efectivo al que le sienta de fábula la labia y mirada siempre intranquilizadoras y amenazadoras de Guillermo Francella. El argentino siempre parece estar escondiendo algo turbio, y 'Playa de lobos', por descontado, no es la excepción.
En este caso bajo el nombre de Klaus, y la apariencia de un turista que no quiere levantar el culo de la última tumbona que falta por recoger. Al otro lado del ring Manu, Rovira, el que tiene que recogerla para poder irse a casa, y que aguanta de pie frente a 'El encargado', en un duelo que estaba claro, por dotes y papel, estaba destinado a no ganar.
Un duelo de clara concepción teatral. Dos personajes. Un chiringuito. Una sola noche. Y lo que empieza jugando al despiste como una comedieta va mutando, escena a escena, diálogo a diálogo, en algo mucho más enrarecido, enrevesado, tenso y en efecto turbio que, inevitablemente, además de a 'La huella', también recuerda a Alfred Hitchcock.
Al Hitchcock minimalista de películas como 'La soga', envolviendo con sibilina y elegante discreción un no menos exquisito guión, bien perfilado y que a lo largo de sus 90 minutos se desenvuelve con fluidez y dinamismo, creciendo escena a escena, diálogo a diálogo hasta poner todas las cartas sobre la arena con la complicidad de su reparto.
Un reparto reducido a dos: Francella y Rovira. Dos extraños en una playa. Aunque más que un duelo como el de Laurence Olivier y Michael Caine, es un acoso y derribo por parte de Francella, el auténtico lobo de esta playa; de esta obra de teatro playera; de este thriller psicológico cómico que se viene arriba cuanto más le haces de menos.
Como si fuera a 'La huella' (o al propio Hitchcock) lo mismo que un balon de playa a un balón de fútbol. Claramente, no es lo mismo. Pero también en lo bueno: Esa relajación que transmite estar de vacaciones, tumbado al sol en una playa desierta y con una bebida refrescante en la mano. Eso es 'Playa de lobos': Dejarse marchar... y a disfrutar.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
