Lo bueno si es breve, dos veces bueno.

La segunda temporada de 'Poquita fe' es más corta que la primera, tan sólo ocho episodios (de 20 minutos) por los doce (de 15 minutos) de la primera, pero no por ello es peor. Al contrario, aunque sabe igualmente a (muy) poco es tan entretenida, simpática y divertida o más que la primera. Una golosina que uno devora con el ansia de quien por ejemplo se pasa un videojuego como 'Max Payne' en una tarde. En una sola y misera tarde... pero, oh, ¡qué tarde!

La rutina del día a día envuelta en situaciones cotidianas, cercanas y con los pies en el suelo, y en un humor sencillo, blanco, atemporal y universal. 'Poquita fe' es una serie que surge de mirar y escuchar a tu alrededor. Ese tipo de historias mínimas, sin importancia pero simpáticas, que cuentas en forma de chascarrillo a quienes ves semana a semana, porque de un mes a otro ya la has olvidado. O porque otras las han reemplazado en nuestra memoria cortoplacista.

La segunda temporada de 'Poquita fe' reincide y se hace fuerte en lo que la define como comedia costumbrista. Es lógico, es normal. Es lo suyo. Una suerte de cruce entre 'Escenas de matrimonio' y 'Modern Family' muy compacto y condensado, de andar por casa, aroma a barrio de toda la vida y con un toque Berlanguiano para ver, a ratos o del tirón, de camino a cualquier parte. El humor soterrado que acompaña a esa rutina que la mayoría llamamos vida. 

La de gente normal y corriente, con existencias vulgares y comunes con las que es fácil identificarse; irrelevantes para el Universo, la Tierra o el país y narradas con la alegría de la incipiente carcajada a la vuelta de la esquina, la intensidad de no dar ni un segundo de tregua, su carácter coral, atemporal y universal o la imposibilidad de memorizar tan alto volumen de gags. 160 nuevos minutos que uno devora con el ansia de quien elige no tener nada mejor que hacer. 

Oh, ¡qué tarde!

Puro "humor" de la mano de los creadores de 'Justo antes de Cristo' (y su no menos divertida secuela), con otra nueva e intensamente distendida comedia costumbrista desarrollada a golpe de gags constantes, cotidianidad y cercanía, y las continuas, breves pero geniales aportaciones de secundarios más o menos inesperados. También, en una estupenda segunda temporada, puede que aún más completa, divertida y en última instancia, también más humana. 

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex

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