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Friedkin y Sokurov pactan con el diablo

Vía Festival de Venecia por 09 de septiembre de 2011
Después de un arranque fulgurante, la pugna por el siempre preciado León de Oro había perdido algo de fuelle, sobre todo tras las últimas películas presentadas a competición. Con el festival de Toronto encendiendo motores, y con la correspondiente desbandada general de la prensa hacia en el otro lado del charco (para que luego se dude sobre la repercusión del certamen canadiense), tocaba reaccionar, para que el gran circo veneciano no se desinflara del todo. Si hacía falta, tocaba hacer un pacto con el mismísimo diablo.

En esas circunstancias han hecho acto de presencia dos directores que han demostrado holgadamente ser conocedores de las artes más satánicas. El primero de ellos, William Friedkin, sobre el que, treintiocho años después sigue pesando en exceso la sombra de la prodigiosa 'El exorcista'. Los problemas de dejar el listón tan exageradamente alto a principios de carrera. Posesiones a parte, el cineasta de Chicago se ha presentado a la Mostra con una película de crímenes cuya temática de buen seguro sonreír a todos los fanáticos de la maravillosa 'Fargo', de los Coen.

'Killer Joe' arranca con dos hermanos que contratan que contratan los servicios de un asesino, para que dé muerte a su madre, y así ellos puedan cobrar el dinero de la póliza de seguros. Tremendo. Como era de esperar, lo que prometía ser un trabajo limpio y fácil acabará desembocando en una vorágine de sangre y vísceras, a medio camino entre el terror y la comedia negra. Una combinación que ha dado buen resultado, recuperándose así levemente el nivel competitivo del festival, y mostrando de paso a un Matthew McConaughey en estado de gracia, quién iba a decirlo.

Y por si todo esto sabía a poco, ha aparecido Alexandr Sokurov, que con 'Fausto', la enésima adaptación a la gran pantalla de la archiconocida obra de Goethe, ha dado por completada su tetralogía sobre el poder, que se inició con filmes dedicadas a figuras tan controvertidas como Hitler, Lenin o Hirohito. En este caso, el público ha vuelto a reaccionar favorablemente ante la propuesta extrema, experimental y por ello arriesgada de este maestro ruso, que una vez más, se postula entre los candidatos a tener en cuenta de cara a los grandes premios.

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