Hablar por hablar, por el mero hecho de hablar.

Como por ejemplo en 'Thalasso', película en la que Michel Houellebecq y Gérard Depardieu se dedican a pasar el tiempo, y a dejar pasar el tiempo en un balneario. Algo así como 'La juventud' de Paolo Sorrentino, pero de manera mucho más zafia, ruda e improvisada: Casi, como si hubieran ido a un balneario de verdad, se aburriesen, y decidieran rodar una película para lo dicho, pasar el rato. Tiene mucho de broma privada, de secuela sólo para fans, de capricho de amiguetes a lo James Franco... pero con acento francés. Y tiene mucho de película que no va a ninguna parte. Pero a mí personalmente ver a la gente hablando por hablar, cuando como es el caso está hecho de manera decente, no me da la sensación de estar perdiendo el tiempo. Aunque lo dicho, no va a ninguna parte y si tuviera que pagar la entrada, esperaría a que estuviera en Prime Video para ignorarla. Más claro, agua.

Hablar por hablar, por el mero hecho de hablar.

Como en 'Comportarse como adultos', la última prueba de que Costa-Gavras ya no es lo que era por más que siga siendo quién es, y como es. Como Ken Loach, pero con dignidad y al menos, con ganas de argumentarlo. De hablar. Como era de esperar, se trata de una adaptación de las memorias de Yanis Varoufakis tan objetiva que rozan la propaganda, siempre fiel a un idealismo de izquierdas que bajo ningún concepto está ni remotamente podrido como lo pueda estar, por descontando, cualquier otro idealismo. Si lo aceptamos como la piedra angular de su discurso, del todo previsible, ni tan mal: Dos horas sumamente dialogadas de las que no retendremos ni una cuarta parte, pero que al menos nos servirán para comprender el por qué se repiten las elecciones en nuestro país. Porque sencillamente, no tenemos ni puta idea de lo que no tenemos ni puta idea.

Hablar por hablar, por el mero hecho de hablar.

Como en 'La odisea de los giles', una de esas películas "por y para el pueblo" que literalmente suponen hablar por hablar, porque a la mínima que nos planteemos cualquier cosa se viene abajo, su lógica se desmorona; y todo hay que decirlo, hace honor a los "giles" de su apropiado título. Debería de ser cuanto menos entretenida, pero es que la verdad, personalmente, hay banalidades que no puedo aceptar del cine comercial, sean del país del mundo del que sean. El público paga, y debería de tener derecho a que no se lo pongan tan fácil. Recurrir al "corralito" es además un golpe bajo, como lo es también cargarse a la madre de Bambi de forma tan gratuita. La última película de Sebastián Borensztein es un pasatiempo tan ramplón que acaba molestando, indignando que se infravaloren de tal manera sus propias posibilidades como algo más que tan escaso.

Continuará...

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex