Buscador

Twitter Facebook RSS

'Cegados por el sol' - Jump Into the Fire

Vía El Séptimo Arte por 22 de abril de 2016

El destino, así como tu inigualable poderío, te ha dado la oportunidad de oro de pasar un fin de semana con aquellos amigos del alma que tanto hace que no ves. Ha sido todo muy improvisado, y de hecho, este es parte del encanto. Digamos que tú estabas por la zona, que ellos estaban más o menos disponibles y que... bueno, que te morías de ganas de verlos. Así que hiciste las maletas, compraste los primeros billetes de avión disponibles (para ti y para la que muchos consideran tu último ligue... pero no, que en realidad es tu hija), te montaste en el aéreo, te pediste tres copazos del licor más caro del catálogo, te enfundaste los auriculares y te reventaste los tímpanos a base de algunos de los grandes éxitos de la historia del rock. Cuando te diste cuenta, ya estabais a punto de aterrizar, de modo que decidiste pasarte por el forro todas las medidas de seguridad, desabrochándote el cinturón, marcándote un baile antológico entre los asientos y encendiendo el móvil para llamar a tus colegas y comunicarles que en los próximos días, te ibas a instalar en su choza... porque claro, con tanta excitación, se te había pasado lo de avisar con antelación.

El corazón, por poco que no se te para, que al fin y al cabo, y por muy pletórico que te sientas, ya no tienes el cuerpo para los trotes a los que le sometías en tus años mozos. Pero da igual, ¿a quién le importa? Esto no ha hecho más que empezar, y todavía tienes que darlo todo. Y que te quiten lo bailao'. Con este estado de ánimo arranca (y ahí mismo se mantiene) la nueva película de Luca Guadagnino; con esas ganas irrefrenables de, como dijo el maestro Harry Nilsson, escalar una montaña, de nadar en el mar... de saltar al fuego. Sin miedo a quemarse, es más, con el deseo suicida e irrefrenable de alcanzar la gloria abrasado en las llamas del mismísimo sol. Con la fuerza de los astros, efectivamente, arranca la historia. Con el estadio de San Siro (o Giuseppe Meazza, como guste), ni más ni menos, a los pies de una de las mayores estrellas de nuestros tiempos. No, no hablamos de la final de la Champions, sino de 'A Bigger Splash', traducida aquí con un título horroroso marca de la casa, 'Cegados por el sol', y que es remake de 'La piscina', cinta francesa de culto de 1969, dirigida por Jacques Deray.

Por si Paolo Sorrentino y Matteo Garrone no lo habían dejado claro con sus últimos trabajos, presentados ambos dos en Cannes, llegó Guadagnino, este último a Venecia, para confirmar la tendencia. 2015 fue, definitivamente, el año en que el cine italiano (el de autor, al menos) se abonó a la internacionalización. Así, vemos como en el caso que ahora nos concierne, los personajes de la función se las apañan entre el italiano, el francés (permiso para malpensar) y sobre todo el inglés, para no verse demasiado frustrados ante ese tan frustrante invento que ha sido siempre la comunicación humana. Esperando a recuperar la voz tras una intervención quirúrgica, una estrella del rock (Tilda Swinton, estupenda, como siempre) se toma unos días de descanso en una idílica finca italiana, junto a su joven pareja sentimental (Matthias Schoenaerts), solo que como sucede casi en todas las ocasiones en la Mostra, la calma y el buen rollo se ven bruscamente interrumpidos. Esta vez por la entrada en escena de un amigo en común y ex-manager (y algo más) de ella (Ralph Fiennes), así como de su encantadora y enigmática hija (Dakota Johnson). La tensión (generacional, racial, sexual... la que sea) está garantizada, el desastre, también.

Hacia allá se dirige el propio film, el cual después de unos dos primeros actos irresistiblemente disfrutables, merced al estilo inquieto y juguetón de Guadagnino y a la aportación de un Ralph Fiennes tan omnipresente como magistralmente desmadrado (lo suyo ya es de Oscars, uno por cada escena en la que aparece), toma la decisión sorprendente (y por qué no decirlo, encomiable) de consumar el harakiri. Por el orgullo en la negación de la edad adulta, quizás; por el placer de la auto-combustión, sin duda. Todo esto sin que a uno se le quite la sonrisa de la cara. Tan insensato como, a la postre, genial. ¿O acaso no era esto mismo mezclar las farras de la Europa de primera clase con la crisis de los refugiados? A cada escena que pasa, el director se libra más y más a un sentido de la comedia (despiadada donde las haya) que atrapa por su atmósfera enrarecida, y también por el incómodamente sugerente diálogo que establece con el material fílmico original. Hasta casi llegar a ese punto en el que parezca que cualquier parecido con el modelo primigenio es mera casualidad. Más o menos, como lo que hizo Herzog con el 'Teniente corrupto' de Ferrara. En aquella ocasión, se trataba de ver hasta donde cubrían los excrementos del primero, el cuerpo (mente y alma) del segundo; ahora, hay mejores vibraciones entre ambas partes, aunque a modo de filosofía vital, sigue imperando esa tan saludable irreverencia hacia lo que teóricamente debería ser sagrado. Y ríanse, por favor, que ésta es, en parte, la intención de la cinta, porque en determinadas ocasiones (y más ahora, con los tiempos que corren), nos damos cuenta de que no hay nada más gracioso que un plato roto, que un coche averiado o que, ya puestos, un cadáver en el fondo de la piscina.

Por su parte, y por supuesto, cuesta pensar en algo tan sexy como el propio cine. Como suena y como se ve. Deray supo entenderlo y explotarlo; Guadagnino, en un acto de comprensión que le acerca a la película de los 60, también. Así, la fina línea que separa el remake de la libre adaptación, queda en algo aún más fino, si cabe. Así, el medio se acaba convirtiendo en la única provocación y tentación posible. En el auténtico objeto del deseo, artístico, espiritual y obviamente, carnal. La belleza de lo vacuo pocas veces había venido tan cargada de mensaje. Es aquí cuando nos damos cuenta de que tanto movimiento aparentemente gratuito; de que tanta fijación que en un principio parecía tan banal, obedece en realidad a la construcción, estrictamente fílmica, de esa sensación que sólo puede surgir del placer hedonista del arte hecho (y consumido) en caliente. Olvida todo lo que hayas podido aprender sobre el proceso creativo de una película, porque es como si el sudor humano y la brisa mediterránea se hubieran fusionado con el celuloide; como si la producción (con cualquier prefijo que se le pueda añadir) hubiera desaparecido; como si ya no hubiera planificación que valiera; como si el único rumbo válido sólo pudiera venir marcado por los arrebatos pasionales activados por esa canción favorita (en serio, qué delicia de tracklist), ese cuerpo de escándalo o esa droga que no, no te conviene... pero que tanto echas de menos. ¿Lo has notado? Felicidades, aún te queda vida por quemar.

Nota: 7 / 10

por Víctor Esquirol Molinas
@VctorEsquirol


Temas relacionados

< Anterior
Siguiente >