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'Siempre feliz': Norwegian Happiness

Vía El Séptimo Arte por 05 de julio de 2012

Hubo un tiempo, sobre todo al principio de su carrera, en el que el marciano Todd Solondz escupía (por no hablar de acciones más ofensivas) en lo que sería aquello que entendemos por ''sutileza''. Buena cuenta de ello da, por ejemplo, su estupenda segunda película, con la que tuvo más de una acalorada discusión con sus productores/distribuidores, la mayor parte de las cuales debidas al título del proyecto. La que acabó conociéndose como 'Bienvenidos a la casa de muñecas' tuvo no obstante muchos números para titularse -y aquí hablamos de la propuesta del cineasta- 'Faggots and Retards' (cuya traducción al castellano sería ''Maricones y retrasados''). Seguramente algunos se partirían de la risa ante tal provocación... otros más bien se subirían por las paredes, pero lo importante aquí es que el título que Solondz tenía en mente era un buen indicador de por dónde iban los tiros en su obra.

Tres años después, el mismo director dejaría atrás este tipo de disputas, descartando la tentación que seguramente debió abordarle a la hora de nombrar su siguiente proyecto. Ya no hubo lugar para la más que probable ''Pedófilos y pajilleros'', y se optó directamente por lo que antes se había desechado, es decir, por lo sutil. 'Happiness' era una cinta que efectivamente podía hablar de la felicidad... pero muy, muy a su manera. Del mismo modo, la tragicomedia 'Siempre feliz' tira de ironía para presentarnos la que fue una de las grandes triunfadoras del Festival de Cine Independiente de Sundance en su edición del 2011. Teniendo en cuenta que la producción de dicho filme fecha del año 2010, esto significa que estamos ante el enésimo caso de retraso en nuestra cartelera. Ninguna duda al respecto, pero al menos ha llegado, que ya es mucho, de modo que todos ''felices''.

O no tanto, al descubrir que la película de Anne Sewitsky volvió a casa con el Premio del Jurado (en la categoría de World Cinema, en representación de Noruega) bajo el brazo. Alerta, pues no hay que olvidar cómo el certamen de Park City, tan amado como odiado por su creador Robert Redford, acostumbra a mostrar demasiados signos de aquella odiosa manía que tiene a la hora de marginar en su palmarés a las propuestas más arriesgadas y transgresoras, y abrazar las que muestran más conformismo o buenas intenciones (es aquí cuando la escurridiza sombra de papá Bob aparece de nuevo). Pero como todo buen científico sabrá a estas alturas, la excepción confirma la regla, y afortunadamente 'Siempre feliz' es una de estas ovejas negras que consigue que sigamos teniendo fe en el academismo de Sundance.

Sewitsky es titular de esta proeza desde la primera escena de su film (al principio desconcertante pero a la postre reveladora), en la que un coro compuesto por jóvenes ataviados con sus mejores galas interpreta una canción en inglés, que dibuja una atmósfera cálida, confortable y, en esencia, feliz, que no tarda en descubrirse como una de las muchas falsedades que han ayudad a construir el mundo en el que vivimos (hablamos de Noruega, de España, de los Estados Unidos...). Y es que en la gelidez escandinava encontramos una familia cuya madre se esfuerza siempre en mostrar una sonrisa de oreja a oreja, que resulta ser otro decorado de cartón piedra para ocultar una podredumbre a la que no se puede ni mirar. Cosas de nuestros tiempos: lo feo y lo desagradable no es que no gusten, es que directamente ni existen.

Kaja, la protagonista de la historia, es la vecina que todo el mundo desearía. La atención y amor que vuelca hacia su familia la dedica también a cualquier persona que esté a cincuenta metros a la redonda. Un sol. Una de estas personas que nos recuerda aquello de qué bello es vivir, y lo maravilloso que es el mundo en general... lo cual no quita que su hijo sea un sádico con ínfulas de esclavista, y su marido sea un borde reprimido que descarga todas sus frustraciones en ella. ¿Y qué si la existencia de la pobre Kaja es tan infernal como patética? A la directora de la función desde luego le da igual, y se adentra en las miserias de sus personajes de forma despiadada, pero, y esto es lo importante, de forma ágil, divertida... e incluso agradable.

Este último factor confirma a 'Siempre feliz' como un auténtico caramelo envenenado, siendo así su agradable sabor una trampa en la que, vaya esto por delante, es un placer caer. Infidelidades, enredos de pareja más típicos de un culebrón sudamericano, adopciones al más puro estilo Brad&Angelina... y el antes mencionado coro que va destapando a capella los fondos falsos en los que nos apoyamos para construir nuestra vida en sociedad (familia, amor, amistad y un larguísimo etcétera). Mientras la voz cristalina de los muchachos de Anne Sewitsky se va riendo de manera cada vez menos sutil (siendo así la jugada cada vez más dolorosa) de los valores de la cultura occidental (especialmente punzante es oír el ''Amazing Grace'' en pleno clímax dramático), uno se da cuenta de que a pesar de todo, en Sundance pueden dejarse de lado los debates sobre las fronteras indies, y apostar -muy de vez en cuando- por mostrar al resto del mundo una cara cargada de mala leche... aunque las primeras impresiones indujeran a pensar que todo se trataba de un tonto y endulzado cuento de hadas.

Nota: 6,5 / 10

Por Víctor Esquirol Molinas

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