'Blue Moon' - Yo y el universo
En la noche del 31 de marzo de 1943, el legendario letrista Lorenz Hart se enfrenta a su dañada autoestima en el bar Sardi mientras su antiguo compañero creativo, Richard Rodgers, acoge la noche inaugural de su exitoso musical "¡Oklahoma!"...
Una noche. Un bar. 100 minutos, del tirón y sin elipsis (aunque no en plano secuencia...). Y un Ethan Hawke arrollador dando vida a un hombre arrollador. El tipo de actuación que define una película, el tipo de personaje que no pasa desapercibido. Todo gira en torno a él; en torno a Lorenz Hart... y en torno a Ethan Hawke.
El tipo de actuación, de personaje enamorado de su propia voz que sienta cátedra empalmando un monólogo con otro monólogo, una divagación tras otra divagación. 'Blue Moon' es una película de un marcado y obvio postulado teatral sustentada en la voz y las palabras. En la figura de Lorenz Hart y en la de Ethan Hawke.
Todo gira en torno a ellos. Ellos lo son prácticamente todo. Una noche. Un bar. 100 minutos. Como si fuera una única escena, una única escena "que pudiera ser hermosa, algo triste y divertida" en palabras del propio Richard Linklater. Una escena que nos traslada a un momento, a un lugar y a una época muy concretos y determinados.
Un ejercicio de estilo resuelto por Linklater con la misma alegría, honestidad, viveza y sencillez que 'Nouvelle Vague'. Al igual que aquella, 'Blue Moon' destaca por su habilidad para convertir a su (en potencia) insoportable artista protagonista en un compasivo derroche de carisma sin necesidad de renunciar a su patetismo.
Todo gira en torno a él; en torno a Lorenz Hart...
Entorno a un Ethan Hawke presente en prácticamente cada instante de 'Blue Moon', al igual que 'Nouvelle Vague' la (arrolladora) película que dice, aspira, promete e incluso puede llegar a ser. Una exquisita pieza teatral que funciona como un reloj al ritmo del amanerado y conmovedor humanismo empático de Ethan Hawke.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex



