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'Roadkill' - La política es el arte de engañar

Vía El Séptimo Arte por 02 de noviembre de 2020
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Aunque lo parezca, 'Roadkill' no es la serie que parece que es. Cualquiera diría, a simple vista, que bien podría ser una especie de versión reducida de 'House of Cards', aunque sólo sea por nuestro escaso bagaje a la hora de poner siempre, una y otra vez, los mismos referentes. Estar están ahí, como los políticos, pero no tienen por qué ser un referente. Que puedan tener mayor presencia mediática ya es otra cosa, siendo además un arma de doble filo: Más posibilidades de lucirse, más posibilidades también de ponerse en evidencia.

Sea como fuere, lo cierto es que 'Roadkill' si es una versión reducida de sí misma. Reducida, o si lo prefieren, comprimida. Es lo que parece: Una miniserie pongamos, no sé, que de ocho episodios reducida a no más de cuatro. Como si fuera el montaje de 'El reino de los cielos' estrenado en cines. La sensación en cualquier caso es que algo falta. No es que la historia se nos quede incompleta ni nada por el estilo pero sí que, al igual que sucedía con la citada versión del filme de Ridley Scott, el resultado final queda poco definido.

En parte esa es la intención, claramente, de una serie que juega con medias tintas y se sitúa, voluntariamente, en un punto en el que haya más preguntas que respuestas, siendo un pretendido mosaico poliédrico de una fauna política a la que expone en términos relativos. Su argumentario queda tan claro como tan claro lo tenemos, o deberíamos de tenerlo todos: Como en la vida, el futuro en política depende de la gestión del poder que tenemos y la exposición mediática. No hay malas cartas, sino malos jugadores o gente sin suerte.

Aquí es donde entra en juego "un jugón" como Hugh Laurie, un intérprete que dignifica cuanto toca en virtud de su saber estar y la imagen que de él tenemos. Sí, ya sé que para muchos es el Dr. House. No para mí, para quién representa ese vecino simpático y amable que a nadie le extrañaría que hubiera matado a sus padres. Si con Sean Bean siempre sospechamos que va a morir, con Hugh Laurie siempre sospechamos que algo esconde. No tiene por qué ser, pero por poder, puede. Nadie mejor que él para interpretar a un político.

Lo mejor de 'Roadkill' es sin duda la incertidumbre en torno al personaje de Hugh Laurie, y por extensión a cuanto le rodea. También la falta de un discurso partidista, aunque por otro lado peligrosamente abierto a la opinión pública y cuyo aparente cripticismo es susceptible de volverse en su contra. A buen entendedor sobran las palabras, si bien precisamente acudimos a series como 'Roadkill' para que nos golpeen con ellas como por ejemplo, de nuevo, nuestro escaso bagaje a la hora de referenciar, en una obra escrita por Aaron Sorkin.

Esta -como siempre- inmaculada y robusta serie de la BBC se mueve en ese terreno pantanoso donde lo conciso puede resultar esquivo, trivial o simple, como de hecho así es: Comprimida a poco más que su andamiaje, 'Roadkill' queda reducida a su esencia de tal manera que parece que sólo nos han servido la carne de la hamburguesa. Sin pan; sin lechuga, tomate o pepinillo; sin ketchup ni mayonesa. La carne es sabrosa y sabe bien, pero carece de aquello que hace que una hamburguesa nos la comamos con las manos.

Como si fuera el montaje de 'El reino de los cielos' estrenado en cines, 'Roadkill' aparenta no ser más que una apariencia cuyo discurso, sostenido por la carismática presencia de Laurie, queda a merced (o no) de posibles referentes como 'House of Cards'. La dignidad la trae de serie y por descontado su honor queda fuera de duda. Pero dejando de lado su buena apariencia sus elipsis se confunden con omisiones y su discurso se presenta demasiado renqueante como para ser tan estimulante como suena. Aunque lo parezca.


Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex



Roadkill

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