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'Dublin Murders' - El cielo es gris, el agua moja

Vía El Séptimo Arte por 10 de noviembre de 2019
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Hace apenas unos días, con motivo de los estrenos de 'El asesino de los caprichos' y 'El silencio de la ciudad blanca', comentaba que el thriller, como tal, es principalmente una cuestión de atmósfera, de estilo. Un envoltorio más o menos sensacionalista al que por lo general da fuerza, sentido y/o encanto lo que late por debajo de lo evidente. Ambas producciones exponen sin más las vergüenzas del género, sin mayor intencionalidad que la transcripción críptica y funcional de unos hechos que dan a entender que la Tierra, el mundo y sus quehaceres son planos.

O cuando uno más uno son dos porque las matemáticas son así.

'Dublin Murders' dista considerablemente de ser una mera "transcripción críptica y funcional de unos hechos". Desde la escritura hasta la realización, es evidente que está lejos de ser de una simpleza matemática que la convierta en el caldo de cultivo de una siesta (como aquellas): 'Dublin Murders' es, salta instantáneamente a la vista, desde su primera escena, un thriller con solera. Con encanto. Y aún salta más a la vista su inequívoco acento británico, una seña de identidad que al igual que ocurre con otros thrillers televisivos como 'Broadchurch' es uno de sus principales atractivos.

De hecho 'Dublin Murders' tiene estilo de sobra, para dar y tomar. Estilo, y ese sólido y solvente encanto británico para dotar de fuerza, sentido y/o encanto a sus casi 60 minutos por capítulo. Casi 60 minutos por episodio, para un total de 8 episodios que adaptan dos de los libros escritos por Tana Fench sobre "El Escuadrón de Homicidios de Dublín". Más concretamente, los dos primeros: "El silencio del bosque" y "En piel ajena". Una nueva adaptación avalada por la pluma de Sarah Phelps, ideóloga de las últimas producciones de la BBC basadas en un Agatha Christie.

Y una nueva adaptación avalada por la pluma de Sarah Phelps a la que le pesa su condición excesivamente literaria. Relativamente hablando claro está, dada su obvia idiosincrasia británica. Viene "de serie", como "de serie" le viene la relativamente pesadez tras casi 60 minutos por capítulo, más dedicados a definir, matizar y engrisecer que a favorecer un ritmo que si bien nunca desfallece, rara vez alcanza verdadera intensidad. Lo esperable, lo habitual en los relatos de suspense británicos, más enfocados hacia el dramatismo que hacia el sensacionalismo.

No hay problema con eso, la verdad. Porque es lo que hay, lo que esperamos, a lo que venimos: Ese gris y oscuro cielo irlandés amenazante sobre nuestras cabezas, esos personajes heridos y traumatizados repletos de secretos, verdades a medias que nunca son mentira aunque tampoco verdad; o esa doble moral que tan bien ha sabido explotar Jed Mercurio a lo largo de las -por ahora- cinco temporadas de la extraordinaria 'Line of Duty'. Todo eso unido a una convicción, británica, aderezada con una notable puesta en escena y mucha intencionalidad.

'Dublin Murders' tiene atmósfera, estilo, tiene encanto; también una historia interesante, intención o unos personajes bien perfilados. Entonces, ¿dónde está el problema... si es que lo hay? De hecho, lo hay: Ocho episodios para dos libros cuando, precisamente, siendo como son los británicos, podrían haber optado por adaptar el formato a la historia, y no al revés. Dos tandas de tres, cuatro o seis episodios, con capítulos de 40, 45 o 50 minutos en lugar de casi 60. O centrarse en "El silencio del bosque", y después, por separado, en otro momento, irse a "En piel ajena".

'Dublin Murders' es idónea para consumirse a razón de un episodio por semana, pero la adaptación del segundo libro irrumpe en medio de la del primero. A capón. Esto causa una ruptura, que afecta a lo que a partir de entonces son dos relatos que en vez de confluir, se alejan de la misma manera que el espectador; máxime, cuando la historia que había tirado del carro hasta entonces frena prácticamente en seco. Un cambio de dinámica mediado el juego que rompe al equipo, cuando fácilmente se podía haber dejado como lo escribió Tana Fench: Por partes.

'Dublin Murders' tiene buena mano, y sobre todo buena apariencia, lo que en gran medida la permite mantener la compostura, guardar las apariencias y estar lejos de hincar la rodilla: Siempre es interesante, en la medida que lo es una (doble) historia de la que no obstante, emana la manifiesta sensación de estar demasiada sobada. No ya sólo dividida, forzada a coexistir: También condenada a depender de los caprichos de una guionista, o responsable creativa con una hoja de ruta a seguir, con la deuda que eso conlleva cara a un relato de alta intensidad como este.

No se equivoquen, 'Dublin Murders' es una buena serie con una mejor apariencia. Pero las grandes promesas de sus comienzos no se ven del todo ratificadas, una vez Lexi aparece para romper la baraja. Es un problema de guión, o de la estructura más que de la historia en sí misma o de su intachable factura técnica o artística: Una historia a menudo apasionante, y estimulante que no obstante se ve frenada por lo mismo que tantos otros thrillers: La evidencia de un proveedor que define una historia desprovista de voz propia para erigirse por sí misma.

O cuando uno más uno son dos porque los guionistas son así.


Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex



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