'MadS' comienza con Romain, un joven de 18 años que hace una parada en casa de su camello, prueba una nueva pastilla y se dispone a irse de fiesta. Pero conduciendo ve a una mujer herida en el arcén y para a socorrerla. Al subir a su coche, silenciosa y con un aspecto muy extraño, empieza a comportarse de forma aterradora.

Y este es sólo el principio de la noche... De una noche filmada por David Moreau en un único plano secuencia, en una película que se promociona en virtud de cómo se ha rodado; en virtud de lo que le da sentido y fundamento. Un arma de doble filo, pues a menudo te hace estar más atento de la técnica que de la historia. En 'MadS' sin embargo ambas cosas van de la mano, siendo en la práctica el resultado de la fusión entre ambas.

No habría película de lo contrario.

La historia es la técnica. La técnica es la historia. Todo ello servido con mucha, mucha intensidad y acoso musical. Un loco y trepidante plano secuencia de 90 minutos que en parte se siente como una nueva entrega de 'V/H/S', en una irresistible y arrolladora huída hacia ninguna parte que funciona por su fe ciega en un proyecto cuyo visionado, al igual que 'One Cut of the Dead', debería de venir acompañado de algún 'making of'.

Porque no hay película sin la técnica.

Porque la historia es la técnica. Porque la técnica es la historia. Y para disfrutar de 'MadS' hay que ser consciente de ello, y asumirlo como sucede de igual manera con cualquier entrega de la citada 'V/H/S'. Porque en esencia, viene a ser lo mismo; no por casualidad, 'MadS' cambia de protagonista sin que al final importe gran cosa lo que ha sucedido o dejado de suceder. Porque la historia es la técnica. Porque la técnica es la historia.

Y porque la parte verdaderamente interesante es su 'making of', lo que le da sentido al igual que sucedía con 'One Cut of the Dead'.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex