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Día 6: El día del espectador

Vía SEFF por 13 de noviembre de 2025
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En muchos cines de Sevilla (probablemente también de España), el miércoles es el día del espectador. Cuando el SEFF empieza, este día parece ser cualquiera de los nueve que dura cada edición. El miércoles fue un día de tomarse al pie de la letra esta iniciativa, y fueron hasta cinco las proyecciones a las que se pudo asistir, aprovechando un día que empezaba con ese frío helado que experimenta siempre en esta época del año la capital andaluza, circunstancia que vuelve aún más acogedora la sala de un cine.

El primer pase de prensa del día era un "Cannes Material", y precisamente llegaba con la firma del país galo. La película tenía por nombre 'La hija pequeña', uno de los títulos que el festival adquiría para darle fuerza y volumen a su Sección Oficial. Resulta abrumadora la radiografía de la emancipación sexual que hace Hafsia Herzi en esta obra. Por lo narrativo, explorando muy de cerca ese autodescubrimiento juvenil, y sobre todo por lo social, porque es como si sufriese horror vacui de compromiso colectivo. Hay una veneración muy arraigada durante mucho del relato hacia lo LGTBIQ+.

Pero la película tiene un lunar enorme que hace imposible disfrutar por completo del viaje de su protagonista, encarnada con solvencia y tablas por Nadia Melliti. Será siempre inviable empatizar con alguien que se comporta o que tiene ADN bully, sufra lo que sufra y experimente lo que experimente durante la historia que se cuenta. Usarlo siquiera como motivación de su personaje, algo que queda plasmado en los primeros diez minutos de la película, resulta francamente deplorable. No es una mala película por esto, pero hay decisiones narrativas que no siempre encajan igual que una cualquiera. Hay veces que el precio a pagar no compensa.

Para compaginar el frío de la Sevilla otoñal, Noruega aparecía en la coqueta sala 5 de los Cines Odeón Plaza de Armas con 'Sueños en Oslo', flamante ganadora del Oso de Oro en la pasada edición de la Berlinale. Son demasiadas cartas las que quiere jugar la película de Dag Johan Haugerud para la poca mordiente que demuestra. Va explorando procesos simultáneamente sin un control regular, impidiendo que sus interesantes ideas queden bien plasmadas. Su codificación literaria (la voz en off como lectura) tampoco ayuda a que la narración encandile.

Su triunfo en el Festival de Berlín se antoja un logro desmesurado para una obra que se mueve entre lo afectuoso y lo dramático sin molestar ni impresionar. La relación intergeneracional entre las tres mujeres aporta realismo y humanidad a la historia, así como un receso cómico que sí consigue descongestionar la carga más seria de la misma. Al final, como le sucede el USB que lleva siempre consigo la protagonista, hay sentimientos que son tan intensos como efímeros, y cuyo lugar está condenado a ser el olvido en la esquina de un sillón. Hay amores que matan, y hay amores que cincelan.

La tarde se despejaba en el cielo sevillano, con un sol muy agradecido, pero también lo hacía en la programación del SEFF con uno de los documentales que más esperaba el universo futbolero de la ciudad. Una lesión desgraciada apartó a Isco Alarcón, futbolista estandarte del Real Betis Balompié, de su sueño de volver a la selección española seis años después de su última convocatoria con La Roja. Este punto de partida es el que marca el inicio de un documental que recoge el trabajo callado y estoico de Isco para recuperarse física y mentalmente, fusionando en él la mirada admirada de una esposa y la inquietud por acompañar en un camino tan sinuoso a un deportista de élite.

De título, 'En silencio. La resiliencia de Isco Alarcón', Sara Sálamo (actriz y directora del documental, además de pareja del protagonista) subraya bien los cultos de que se advierten en el documental. El culto al Benito Villamarín, sinónimo de hogar feliz, como así recogen los planos sobre su inconfundible estructura. El culto a un reflejo, donde la directora puede observarse observando al protagonista, y sobre todo el culto a su amor, uno lleno de admiración y entusiasmo. Con el vínculo evidente entre directora y obra que hay por medio, es inevitable que esto adquiera un tinte mucho menos formal y más amateur. No obstante, hay decisiones que respaldan un ingenio visual interesante, sobre todo en lo escénico, ensambladas en un proceso de montaje muy acertado.

Eslovenia recogía el testigo que cedía el ídolo del beticismo, y lo hacía presentando una película que confirma una inercia en claro ascenso sobre la temática católica dentro del cine europeo. 'Little Trouble Girls', ópera prima de Urska Djukic que pudieron disfrutarla los asistentes a la pasada Seminci de Valladolid, narra la historia de una chica de 16 años llamada Lucía, nacida en una familia de rigurosa religiosidad, que se apunta al coro femenino de su colegio, desbloqueando el acceso a una percepción propia que no había tenido hasta entonces.

Cuando se olvida de seguir el cauce de esta tendencia anteriormente mencionada sobre lo religioso en el cine actual, y la película juega a ser una 'Whiplash' del cante, 'Little Trouble Girls' se vuelve fascinante. Lástima que esto solo aparezca a cuentagotas por el relato, quedándose más en lo anecdótico que en lo desarrollable. Ojo al asombroso trabajo sonoro que hay aquí, con una edición a favor de causa que sabe encajar el sonido entre escenas para generar crescendos de emoción por la narración, volviendo a la película por fin relevante y memorable. Es una obra que logra ser más emocionante por lo técnico que por lo argumental.

Si el día se iniciaba con una película francesa, la noche la iba clausurar otra cinta proveniente de tierras galas. Quentin Dupieux, cineasta de etiqueta festivalera que siempre brinda frescura y diversión en su cine, presentaba su último largometraje, al que titula 'El accidente de piano'. El tercer acto de esta obra justifica cualquier apuesta por una película en el marco de un festival de cine. Desmelene canalla del cineasta parisino (casi a la manera de su tocayo americano) para retorcer como pedía y merecía esta paliza ácida y satírica a la figura del "influencer".

Toda lo intrascendente que estaba mostrándose la película, termina revolviéndose con insurgencia porque Dupieux encuentra la inspiración justo cuando decide dinamitar el relato y cristalizar lo evidente. Cuando la sátira ya no da más de sí, es momento de desmembrarla con todas las de ley. No le sale esto al director rancés sin la inestimable colaboración de Adèle Exarchopoulos. Es un salto actoral a las vías del tren para satelizar todo lo insolente y engreído que es el mundo de los nuevos famosos virtuales. Y renunciando sin condición ni sentido del ridículo a su consabida belleza.

Cómo le debe salir de bien el final a Dupieux, que la última decisión que toma, una apuesta completamente emotiva y catalizadora por el realismo mágico, le sale de manera portentosa. Y no hay que olvidar tampoco lo bien que atina cribando cierto tipo de periodista, en concreto los que portan la bandera de la integridad y luego son víctimas de su ego, de su pedantería y de su absurdo complejo de superioridad intelectual. Si 'El accidente de piano' hubiese sido un partido de fútbol, la remontada era de las que marcan época.

Recta final del Festival de Cine Europeo de Sevilla, que se encamina ya hacia sus últimos tres días de edición. Tiempo para últimos pases, para recuperar películas perdidas en días anteriores o para hacer caso a recomendaciones de compañeros o de gente que ha salido maravillada de obras que no se tenían apuntadas. Mientras tanto, el SEFF vuelve a apuntarse un tanto en su tarea por reconocer el mapamundi de leyendas del cine europeo, y Jim Sheridan, el hombre detrás de obras excelentes como 'Mi pie izquierdo' o 'En el nombre del padre', era homenajeado con un Giraldillo de Honor que premiaba una carrera que habla por sí misma. Cuando las cosas se hacen bien, hay que decirlas.


That's what I say.

Por Jesús Sánchez Aguilar
@JesAg_


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