'Frankenstein' - Ese Del Toro enamorado de la Luna

En un momento dado de esta película alguien se pregunta "¿en qué parte de su cuerpo está su alma?", refiriéndose, por supuesto, a ese doble sentido con patas que representa "el monstruo de Frankenstein".
¿En qué parte de esta película está su alma? ¿Dónde está la pasión, vibrante y condenada? Guillermo del Toro se estanca en la retórica ornamental con esta superfluamente lujosa y excesivamente literal versión de una novela de Mary Shelley publicada en 1818 de la que puede que hayan oído hablar alguna que otra vez. Su nombre... 'Frankenstein; o, el moderno Prometeo'.
Una versión más, otra más que a efectos prácticos aporta más ego por parte de su creador que alguna novedad relevante o sustancial. Es obvio que el cineasta mexicano respeta la obra original, tanto como para no terminar de hacerla suya ni de imponer su caracter al recuerdo, vago o concreto de otras versiones más agudas y/o pujantes, más particulares y no tan comedidas.
O menos huecas y átona. O que simplemente llegaron antes.
Versiones quizá ni tan bonitas ni recargadas, pero sí mucho más eficientes a la hora de narrar (o reinterpretar) una historia que ni nos sorprende, ni Del Toro hace porque nos sorprenda. Versiones más libres y/o espontáneas que tampoco se sienten como una lectura en voz alta ceremoniosa, grave y solemne envuelta en un dispendio de ampuloso, hinchado y acomodado pijerio.
Algo que unido a una "criatura" un tanto desubicada, y que recuerda más a otro tipo de seres que a un monstruo prefabricado que hace de este otro "monstruo" un preciosista, inflado y a la postre pesado y postizo envoltorio onanista de dos horas y media que no puede morir porque carece de vida. Porque no sabe donde se encuentra un alma que no busca, sólo contempla.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex



